Así que empezó la Feria … pues ¡que Dios nos coja confesados!, dicho antiguo que se expresaba con todo respeto sin caer en el temor de ser denunciado de proselitismo al pronunciar una palabra-idea, para algunos discutida y discutible. En esas tonterías o tiquismiquis estamos. El toreo también.
Sabemos que al principio las cosas tardan en calentar; la gente mayor de Sevilla, como la de todo el mundo, anda con esa artrosis que afecta al entusiasmo, y además por estas fechas aún está en deuda no saldada de penitencia. ¡tanta culpa y pecados propios como ajenos revividos en esa Semana Santa! ¡tanto mangoneo de las cuentas públicas! que lleva su tiempo perdonarse a sí mismo y arriesgarse a “dar la cara” de inocente y de exigir – todavía más – bienes pasivos.
Y efectivamente, las tres primeras corridas no eran “cosas de mayores”.
Por querer empezar bien empezaron los Montalvo, tanto tiempo olvidados, y se trajeron un juego aceptable, pero el Cemento – hoy por hoy mayoría, en las plazas de toros – no estaba por extasiarse ante los manierismos estéticos de Nazaré o de Silveti. Les faltaba eso que llaman Emoción, o sea ¡todo!. ¿Quién lo diría? ¡Un Silveti sin emocionar por su valor! Ganas tuve de sacar el fantasma “charro” de su bisabuelo, apartarle su mechón de pelo y que viera lo que ha hecho de su ADN este descendiente suyo. ¡Seguro que lo metía una “balasera” en el cuerpo! Los que fuimos allí esperando el movido tapatío nos dieron el cambiazo para meternos un bolero romántico.
Intentó salvar la tarde el salmantino-mirobrigense Juan del Álamo, niño torero precoz, estudiante destacado de escuelas de tauromaquia, infatigable opositor exitoso de cuantos exámenes y pruebas se le exigieron, aspirante a sustituto de cualquier vacante inesperada, reivindicador incesante de su clase con orejas arrancadas a ley por todas las primeras plazas del mundo, pero … “no tiene plaza fija en propiedad”; cuestión de economía geográfica – dicen –, y el pobre por ahí sigue estudiando torería y viviendo de pequeñas becas para irse temporalmente a Francia o Sudamérica. Juan del Álamo representa como nadie ese grupo de españoles jóvenes que se divide en dos grupos: los aplicados que esperan encontrar trabajo en el extranjero, y los que se quedan aquí aprendiendo lo que llaman sofisticadamente “restauración” u “hostelería”, o sea, servir cañas y vinos con la esperanza de poner algún día un chiringuito y vivir de los vecinos, amigos y algún turista descolgado …. ¡País éste carajo. …..”!
Esta vez en Sevilla como siempre lo intentó, se llevó al toro a los medios, allá donde no tenía más remedio que embestir, y a compás abierto, templando y mandando, estuvo a punto de calentar el frío cemento que le rodeaba. Solo le faltaba la pancarta para pedir trabajo. Bueno, pues si le faltaba algo al pobre muchacho, va la banda de música de la plaza y de repente hace un “coitus interruptus” por un pequeño desajuste en una serie; total el chico que se viene abajo, el toro también – solo esperaba una pequeña distracción para volver por donde había salido – , y ambos terminaron peregrinando un final. (Ignoro que claves de valoración usan los directores musicales de las bandas de plazas taurinas para ensalzar o degradar una faena. ¿a ver si también necesitan del ya desaparecido “sobre”?. Harían bien los nuevos apoderados en hacer un “estudio de campo” en este sentido).
Y estamos en la segunda de feria. Llegan los Fuente Ymbro que siempre presagian algún momento dulce. La terna también variada.
Esaú Fernández. Hay nombres que ya presagian un destino, y es difícil que a este mocetón de Camas, su bíblico nombre no lleve aparejado la idea de la materialidad de las lentejas, y él sigue fiel a la Biblia. ¡qué facilidad la suya para hacer esto del toreo tan vulgarmente fácil! ¡qué cantidad de pases! Casi más que carreras tenía el toro. Se llevó una oreja, la primera de la Feria. Merecida. Sí señor. Esaú es honesto con lo que es. Tiene conocimiento innato, técnica aceptable. ¿qué le parece si esperamos a que llegue la calidad? De acuerdo. Yo estoy seguro de que algún día haré la crónica con adjetivos halagadores de su estilo, y mientras tanto, un buen plato de lentejas estofadas – ese que tanto y tan bien alaba Curro de su Carmen Tello – lo prefiero a las sofisticadas presentaciones de la cocina de diseño.
Nos gustó Paco Ureña, ¡qué torero tan fino! Tal vez le sobra un exceso de retorcimiento que por ahora no enturbia sus buenas maneras. Qué pena que sus toros no se hubieran enterado de que habían sido elegidos como bravos y no para aprobar un casting de mansedumbre. ¡Qué adicción a escaparse a tablas! ¿alguien les probó vocaciones de artistas? Me temo que ganaderos y mayorales no están para fantasías y que han copiado el sistema binario de la informática: Bravo-No Bravo, no facilitando ni promocionando otras posibilidades de realización.
Y llegamos a Javier Castaño. Ya tenía yo ganas de hablar de este semi-paisano salmantino-leonés o viceversa. Algo le pasa a este muchacho que no acierto del todo a comprender. Él es torero, un buen torero, lo sabe y lo sabemos, pero se pasa la tarde facilitando el lucimiento de sus compañeros que ya todos conocemos: Galán, Sandoval, Sánchez y Adalid, y cuando le llega su turno se encuentra con que los aplausos o el toro ya se han acabado o a él se le ha ido la inspiración. Está bien lo que hace, se lo hemos alabado muchas veces, pero repetirlo una y otra vez, tarde a tarde, termina resultando unas veces monótono y la mayor parte de ellas extraño. ¿qué secreto hay tras esta representación? ¿es la nueva versión industrial y anglosajona en la Tauromaquia del Trabajo en Equipo? ¿Es que han formado una Sociedad Limitada en la que cada uno exige y tiene derecho a su cuota-parte de lucimiento? ¿Guarda el bueno de Javier algún sentimiento de culpa por haber “vaciado” a su familia de sus “fondos de inversión” para ser torero a costa de los otros hermanos, y trata ahora de expiar estos “pecados de primogenitura” dando cancha prioritaria a sus hermanos-subalternos? Algo extraño ocurre porque cuando llega su turno no lo aprovecha. Esta vez se dio cuenta de que tenía un FuenteYmbro que le regalaba orejas cuando ya la faena tocaba a su fin y no se percibió en él ese toreo fino que también sabe hacer. Amigo Javier, arregla eso. Hay Asesorías de Empresas que pueden ayudarte mejor que la Hacienda Pública, o si se trata de algo personal, ahí, donde tú resides, la Universidad Pontificia tiene fama de hacer buenos psicólogos, así que … o te arreglan el problema …o te cargan con una bendición, que para la profesión que tienes no te vendrá nada mal.
Y ya estamos en la tercera. Esto va más rápido que un baile por sevillanas en cualquier caseta de la Feria. Aquí en vez de “zapateado” había Ceremonia de alternativa con Padrino a lo grande. No, Don Corleone no. El padrino era Enrique Ponce. Sí, ya sé que tiene tanta influencia en la Fiesta como aquél en lo suyo, pero utiliza medios más escrupulosos, y además venía todavía malherido de su incursión en las Fallas y comprometido con su vigesimoquinto aniversario de matador de toros.
La empresa, para facilitar las cosas y darle categoría noble de marquesado al evento, le puso unos “juan pedros”; y, como todos se conocen y respetan, el encuentro taurino siguió más o menos estas pautas tan educadas como entrañables:
Toro: – ¡Hola D. Enrique!
Ponce.- ¡Chao! Señor Marqués
T.- ¿y su convalecencia?
P.- Dolorosa, ya ve Ud.
T.- No quisiera molestarle
P.- Se lo agradeceré
Etc. etc. que entre tanta educación y tanta fórmula de cortesía se pasaron la tarde, con esa educada distancia victoriana entre contrarios como mandan los cánones, sin molestarse uno a otro.
Hasta Manuel Jesús el Cid, fue a rendir pleitesía al padrino, e incluso se atrevió a vestirse de luces para la ceremonia.
Así que solo nos quedaba la rebeldía del toricantano neófito que se saltara las normas de la buena educación y nos trajera algo más de emoción a la tarde. Y la trajo, ¡vaya si las trajo Javier Jiménez desde su Espartinas natal! También siguiendo las normas ceremoniosas de la tradición llegó con su vestido blanco y oro, tomó el capote, desafió al maestro en quites por tafalleras y aguantó todo lo que el toro tenía hasta que éste se rajó. Hacerle guardia al final deslució su primera faena, pero al segundo, un Parladé más codicioso que los anteriores, algo chico pero noble, descolgado y repetidor, Javier lo exprimió con cierta calidad. Suya la oreja merecida. Fue lo único no aburrido de la tarde.
Y llegaron los caballos que pusieron punto y final a esta versión de NODO que nos sirvió la Feria abrileña.
Con los caballos los sevillanos, se sintieron señoritos generosos y hospitalarios. Diego Ventura, reconoció el techo de la Puerta del Príncipe ¡por 9ª vez!, Andy Cartagena no lo logró porque olvidó sus trastos de matar y solo traía los de asustar, y Andrés Romero, – neófito también como los carteles de a pie- se llevó dos orejas y la mejor ovación al relevo generacional. La verdad es que todos corrieron, saltaron presumieron … y hasta torearon. A mí este espectáculo de “centauros” no me llama mucho la atención, pero bien está que el Olimpo venga a visitarnos.
En la noche sevillana, y esperado la “alumbrá” el Planeta de los Toros nos traía otra noticia de escalofrío gozoso por vía satélite: la Reaparición de José Tomás en Jariquilla (México). Desde que anda con intelectuales algo han cambiado su cuerpo y su alma; en aquél, le ha salido el mechón blanco de la sabiduría taurina como a Antoñete, y en el alma, su escala de valores nos resulta poco descifrable; ahora, desde que está en contacto con la “intelectualidá” tiene distintas motivaciones: ya no torea por afición, ni por dinero, ni por prestigio, lo hace por gratitud y amistad…. ¡se nota el alma poeta de Sabina!
¡Pero era de verdad José Tomás!, no era ni una ilusión óptica del vino fino, ni embuste de periodismo amarillo, ni truco de tecnología. Ese temple, esa cadencia de pases, esa mano izquierda, ese toro embelesado y embebido en una muleta que parecía no necesaria para dibujar olas circulares de arena, solo puede venir desde Galapagar.
Bien es verdad que el toro me pareció algo chico, pero a lo mejor es que a él le vemos “mu grande”; o son cosas del Satélite, que como trasmite al Universo agranda la imagen humana y empequeñece las figuras de animales para darnos más postín y que no nos tomen por salvajes .. ¿Yo que sé? ….¡cosas de la técnica!
Y llegó la semana de farolillos.
5ª de Feria para los Jandilla de los que decían que había buena cosecha este año.
¡Cuánto me hubiera gustado comentar esta corrida hablando, por ejemplo, del escaso fondo de los toros!
O de Sebastián Castella que se empeña en estar inmóvil que es una forma de decir que quiere que le hagan una estatua cerca de la Maestranza, como las de los Vázquez, la de Curro, la del Altozano de Belmonte … y, – me dirijo al Ayuntamiento de la capital -, ¿no les falta alguna en ese muestrario? Digo yo que mejor 2 Jotas que una, porque en un mausoleo están los mártires no los héroes. Bueno, que Monsieur Sebastián nos hizo en la plaza lo que otros “mimos” nos hacen en la calle. Cuando se dio cuenta de que no estaban por tomarle el molde, tomó algo más de distancia y vimos un poco del buen toreo que tiene; pero ya era tarde para las fuerzas del toro.
O del vasco Iván Fandiño, que como los de esa tierra son nobles pero algo brutos y se empeñó en atizar a su lote un toreo de castigo; al pobre le metió toda la producción de Aceros de Llodio, hasta un estoconazo con capón incluido en lo alto del morrillo y eso…… era demasiado para los Jandilla.
Pero sobre todo, me hubiera gustado hablar, hablar y hablar de Manuel Escribano. ¡qué torerazo! Qué bien se rebeló contra la etiqueta de torero-legionario de alimañas que se le quería colocar! No esperó a ver cómo eran sus toros, se fue por ellos a porta gayola para hacerlos buenos y luego los lanceó con un primor … ¡qué lentitud en aquellas verónicas de suspiro!, ¡qué despaciosidad en sus manos bajas!, ¡qué series de muleta tan templadas y hondas como bien medidas! ¡qué riesgos al cuarteo y recortes en banderillas de comprometidos terrenos, incluyendo ese sueño de “Stradivarius” dislocado que se inventa! ¡qué pena y qué “doló” que el usía estuviera dormido en ese tiempo y solo se le despertara el ojo a la hora de medir alturas en la estocada!.
Porque ese sí que fue el personaje maldito de la tarde: Don Gabriel Fernández Rey, comisario delegado para presidir esa 5ª corrida de la feria.
Tanto pensar que el enemigo de la Fiesta eran la codicia de los empresarios, la adaptación pasiva de los ganaderos, el ataque de ciertas facciones políticas a lo español, los esnobismos protectores de la naturaleza, etc. etc. y resulta que teníamos una 5ª columna dentro de nosotros mismos: los Presidente (vamos, algunos) y su extraña afición al despojo; porque ¿vamos a ver Sr. Presidente?. Ud., (o Usía) que anda metido en esas aventuras de conductas ·desviadas” ¿cómo llamaría al que voluntariamente despoja de sus derechos a un hombre (torero) que se ha ganado por méritos (calidad, valor) un bien (trofeo)? ¿cómo llamaría Ud., (o Usía) al que voluntariamente y por la fuerza de su rango, despoja a toda una multitud el derecho a expresar un estado de ánimo gozoso y premiar al que se lo ha proporcionado? ¿Cómo llamaría Ud., (o Usía) al que torticeramente y por capricho elimina a un bien cultural nacional – la Tauromaquia – de una de sus páginas más brillantes? Bueno, pues eso, es Ud.,(o Usía).
Así que dos cosas aprendimos de la corrida de ayer: que el enemigo está dentro, y que la gente del toro, somos buena y pacífica gente, porque con su conducta, cualquier otro colectivo le hubiera preparado una tauro-borroka que no dejaría edificio de orden público libre de una buena decoración de la fachada con huevos y tomates.
La 7ª corrida nació muerta, o había muerto ya antes de nacer porque así lo había querido el Usía del día anterior, con ese tipo de muerte que se vive y se siente como el vacío y la ausencia de expectativas, nacida condenada al Aburrimiento como una de esas tardes de domingo sin amigos ni planes de salidas, sin espacio mental para el resentimiento ni la amargura; muerta y condenada a tener como único acompañante el silencio y el cemento frío.
¡Qué más da que no salieran toros! (por cierto, señores-dueños de los hierros Daniel Ruiz y Fuente Ymbro ¿no han pensado ya en dar las vacaciones a su Stock y esperar a tiempos mejores?)
¡Qué más da que Joselito Adame nos hiciera ver todo un muestrario de saber encontrar la distancia adecuada a las embestidas – mejor dicho, carreras – del toro!
¡Qué más da que Antonio Nazaré nos dibujara un par de pinceladas de su buen arte (por cierto, que se le ha escapado la feria que esperaba encumbrarle como aspirante a “torero de Sevilla”)!
¡Solo nos dejó en el recuerdo esa sangre joven y generosamente derramada de David Galán, en el imposible toreo de la querencia, como oferta de redención de la corrida de Toros, a la que el expolio y el pillaje del día anterior la habían sometido.
A la 8ª, o la 9ª, que ya he perdido la cuenta el cuerpo me pide no hablar de ella, porque es lo mismo de lo mismo. Un slogan posible para esta feria: ” …. De compañero, el Cemento, y en el ruedo, Aburrimiento….”, y así resumiríamos todo; pero ya sea por no contagiarnos de ese estado de ánimo, o ya sea como homenaje a los cronistas taurinos que se ven en la obligación de escribir todos los días, dejaremos la cabeza libre a ver lo que sale.
Pues resulta que ciertos ganaderos, esta vez Domingo Hernández y Garcigrande, se enteraron tarde de que no venían las figuras., y como ya tenían el lote apartado lo enviaron tal cual, adaptado a ellos. Y ahí tenemos 6 mulos bien presentados – fruto de ejercicio mixto y solitario de gimnasio y pilates – , de fuerzas justas para darse unas carreras exhibicionistas y tropezarse modorramente contra el caballo. A partir de ahí, solo tenían juego de memoria para recordar por donde salieron y volver a su dehesa natal.
Este tipo de “toro bravo” ha traído su correspondiente revolución tauromáquica. Ya no se torea como antes. Olvídense de los tres tiempos de citar, templar y parar, no tienen fuerza para ello; olvidémonos también del toreo del riesgo de la cercanía, su falta de celo no asusta a nadie. Así que la lidia se torna un ejercicio pícaro y gitanil de engañar al toro para que encuentre lo más tarde posible la puerta de salida y se quede pegando a ella. Para eso, se le lleva con suaves engaños prometiéndole que son las últimas carreras hasta un sitio cualquiera de la plaza – generalmente en el que más a gusto se encuentre el torero – , y desde ahí, el diestro se pone a jugar con él a la “gallinita ciega”. Se le tapa la cara de forma continuada con la muleta (no sea que “vea” su querencia) y a base de darle ánimos y empujoncitos se le trae de acá para allá, con la muleta a media altura y piropeándole y dándole gritos de ánimo para se marque unos pasitos más hacia adelante. El caso es que no vea otra cosa que la muleta, ni mas estímulo que los ánimos de su torero-manager. Algunos, se hace tan amigos en este juego, como el Cid, que acompaña los pasos del toro con palmaditas en la espalda (toro o lomos) como si de un amigo entrañable se tratara. Luego en las declaraciones a los medios audiovisuales le echan cara al asunto y dicen cosas como que el toro tenía un peligro sordo .. ¡si! ¡sí! ¡Lo que tenían era un caminar ciego!
¿Qué les pasará a los toros últimamente? Ya sé que lo que voy a decir es ponerme en plan Torquemada, pero es lo que me sale. Yo creo que lo que ocurre es la consecuencia de tanta promiscuidad y convivencia sexual mixta que tiene toda la juventud de ahora tanto humana como animal. Antes, lo recuerdo, salía el toro a la plaza privado de tantos meses y años de compañera sentimental, que en la que veía esa mezcla de géneros en los tendidos, creíase que este era su campo de encontrar la media naranja. Tan repleto venía de deseo, que cualquier movimiento o brillo que percibiera desde lejos, se le antojaba rabo de vaca en celo, y hacia allá corría una y mil veces como enamorado primaveral hasta caer agotado. Hoy, las cosas han cambiado: macho y hembra pasan veladas juntos intercambiando “pelis”, visionando vídeos, cuando no participando en juegos de consola que les deja tramposamente el mayoral para que duerman tranquilos. Forman parte de la clase pasiva animal. ¡La Líbido Freudiana ha muerto! La incertidumbre y curiosidad del encuentro con lo desconocido, el deseo del Oro, la búsqueda inacabable de objeto de relación, son quimeras de libros trasnochados. La motivación a la embestida del toro bravo está fuera ya de su esencia y existencia.
Por allí caminaron con este género, Manuel Jesús el Cid, hombre serio donde los haya, que vió tan fácil lo que tenía entre manos, que se pasó la lidia mirando a los tendidos contando los asientos libres (si cuenta los ocupados la faena no le hubiera durado una serie), y eso casi le cuesta la oreja. Se libró de ella por el calibrador milimétrico que este año tienen los presidentes/as para valorar el lugar donde ha de entrar la espada.
También Curro Luque, al que el toro le puso una zancadilla de “penalti” y luego encima quería pegarle porque se tiró al suelo … ¡este fútbol que todo lo contagia!
Y el mexicano Arturo Saldívar que otra vez volvió a vestirse de verde como en Madrid, pero ahora más en clásico, no se parecía al espárrago triguero de las Ventas. Se ve que le tira ese color. O, como dicen en mi pueblo: … “el que se viste de verde, por guapo se tiene ….”. Bueno ¡allá él! .
¡Y ya está! que para no tener ganas de escribir me temo que se me ha ido la mano.
Y mira por dónde en la novena encontró lo que se había perdido en los 8 días anteriores. No sé cómo titular lo ocurrido, si con el popular refrán de “ no hay mal que 100 años dure” o traer acá “los Jueves Milagro” de Berlanga. Porque lo que ya parecía imposible en esta Feria por fin llegó. Vimos Toros, y .. detalles toreros. Tampoco fué la corrida del siglo ¡eh!, no crean Uds., pero El Pilar desencajonó toros de verdad, al menos dos, y sobre todo uno, de nombre “Niñito”, que ya no recuerdo si era castaño o “colorao”, por las luces que encendió entre nosotros y porque se traía toda la tauromaquia de la raza puesta en su constitución psico-anatómica-fisiológica.
¡Qué manera de embestir! ¡de repetir! De descolgar y de humillar! De hacer su propio giro como homenaje a la estética del arco, de seguir armoniosamente el engaño!.¡Ay toro, toro! merecedor de un romance o de una estatua que no encumbre tu muerte sino tu casta. ¡Qué pena que los humanos seamos tan ególatras y guardemos tan celosamente los halagos para nosotros mismos, porque tú, Niñito, has sido probablemente uno de los toros con más clase brava de la historia.
Le tocó a David Mora, hombre de buena planta y de vistosos volteos con el capote. Niñito le descubrió – para mal – que no es todavía un maestro. Sí, dio muchos pases, algunos muy buenos, su forma de torear nos traía a la memora imágenes de Luis Miguel Dominguín antes de meterse a “hombre de mundo”, pero ¡había tanta diferencia entre el aceptable toreo de Mora y el excelente de Niñito, que aquél tuvo a bien pasarse la mitad de la faena mirando al tendido ¡para qué iba a hacer otra cosa si el toro lo hacía todo… y mejor que él!. Se fue con la oreja de un toro que ofreció las dos y que otro torero más avezado hubiera sacado de él petición de rabo o de indulto. Y el público, aún no repuesto del aburrimiento cotidiano de los días anteriores, dejó que Niñito se arrastrase sin vuelta al ruedo. ¡Ay mi Sevilla! Cómo te han vaciado estos burócratas engreídos de tantos sabores y saberes que te ha colocado la historia.
Con el otro toro, el madrileño-toledado nos demostró que es valiente.
Y a mí también me gustó Miguelito Abellán, particularmente con su segundo. Con el anterior, ambos – toro y torero – jugaron a la defensiva. Pero el 5º de la tarde que era también un señor toro, de peso peligroso, de embestidas con sentido, de juego de poderes negros; me emocionó la puja entre la pequeñez del hombre – subrayada por su cara de niño y su sempiterno traje de primera comunión – y el volumen y densidad del toro, con aquella faena sacada pase a pase; faena de ERRES (Recursos, recortes, resabios), de toda la veteranía al servicio de la supervivencia de su nombre y estela en esta plaza, y que me llevó a toreos antiguos ya olvidados entre angustias.
No tuvo mucha suerte ese día Manuel Escribano. Se fue a portagayola a por sus enemigos, con lo arriesgado que es hacer esa suerte en la plaza de la Maestranza (la amplitud y largueza del pasillo de toriles permite al toro visualizar diferenciadamente al torero y no deslumbrarse por el sol), y desde la distancia que hace el quite, que cada vez que lo ejecuta ya se tiene mi aplauso. Es verdad que también arriesga en la suerte de banderillas con esos pares atlético-circenses, y que goza de la simpatía del público en general como víctima de una injusticia. Pero sus toros no estaban por darle el día….. Era el día de Niñito.
10ª corrida: Personal con gesto y traje de ceremonia solemne. Cartel-estrella de la feria. Hay, en los tendidos, olor a libro viejo de historia, Se despide de la Maestranza Dn. Enrique Ponce después de 25 años de alternativa como Maestro, Figura y permanente posición en los “top ten” a lo largo de toda su trayectoria. Un monumento y un hito al torero de inteligencia admirable. Le acompañan Sebastián Castella y el mejicano Joselito Adame. Para ejecutar el oficio, la Empresa la contratado los toros de Victoriano del Río, la divisa del momento, que mostrarán la movilidad, la fuerza y la nobleza suficientes para que se cumplan las expectativas. El maestro no querrá irse sin dar su última lección magistral en este ruedo. Debería de haber venido un sucedáneo de Homero quien debería de escribir este su último curso y resumir su trayecto tan ejemplarizante. – ¿lo serás tú, Andrés Amorós, tan poco amigo de adjetivos rimbombantes? –.
Para empezar, Ponce viene no solo con la aureola de “maestro” sino además con la de “héroe”. En un tiempo mínimo de recuperación se ha sobrepuesto, o escondido, al dolor de su cogida en Fallas – con una clavícula estallada en mil pedazos – para estar presente en su compromiso maestrante. ¡Sería necesario tener mucha mala baba para no rendirse al acontecimiento! Ahora, estar 25 años en la misma profesión, sin que te echen, no deja de ser un milagro que necesita una buena “pompa pública” (a poder ser no fúnebre). Antes, esto era bastante habitual, Franco lo despachaba con una medalla que nadie se ponía y una foto que durante un tiempo se enseñaba a la familia. Es la notable diferencia entre un héroe y un paria.
Pero vayamos a nuestro trabajo de escribir lo que pasó. Al primer Victoriano le pudo la solemnidad y no pasó de rendir pleitesía y rodillazos al torero en repetidas ocasiones, y al público no le gustó que le sustituyeran en su oficio de palmero. Así que hubo que esperar a su segundo toro donde ahí sí que supo y pudo mostrar todo el esplendor de la torería que lleva repitiendo tantos y tantos años. Faena dominadora y pulcra, tan estética como higiénica, ningún pase enganchado, ninguna mancha de sangre cercana en su terno limpio, limpísimo. Ponce juega a que hipnotiza al animal y lo lleva suave, elegante, descolgado: al final, el propio toro ya sabe que puede embestir templado y con el ritmo lento de las suaves olas mediterráneas que nunca oyó. En la faena todo se enseña por parte del torero, todo se aprende por parte del toro, todo se exalta por parte del público y todo se vuelve armonía por acuerdo con la banda. Su sabia inteligencia para saber de cada casta, le lleva a Ponce a exprimir todo lo que había en la bravura del toro, la fresca memoria que conserva para sí mismo le empuja a enseñar todo el repertorio, y rematar con esas genuflexas “poncinas” de dudosa dignidad y pinturería, Pero hoy todo se acepta porque es Su Día, y para eso él es el Jefe.
Los periódicos ya tenían el titular preparado desde aquella tarde de abril de 2006 en la que también dictó con un Zalduendo otra clase magistral: La “Faena histórica y sublime”, se quedó abortada en las Imprentas, que hoy parece que puede salir a la luz, pero,…. ya sea por la tendencia de la historia a repetirse, ya sea porque D. Enrique se ha ido haciendo con el tiempo más amigo de sus toros, no les mata bien. Y las orejas se las llevó el animal al desolladero.
Bueno, a estas alturas ¡qué más da un trofeo más o menos! Él se fue sonriente, satisfecho y a nosotros nos dejó complacidos. Muy bien.
¡Qué pena que se fuera sin contarnos el secreto de cómo evitar la caída del pelo!
Sebastián Castella estuvo por allí, y fiel a los modos versallescos respetó la ceremonia sin osar oscurecer la tarde del Maestro. ¡Curioso este francesito! Cuando hay rivalidad por medio, nada le para los ímpetus de ser el primero, pero si no hay esa competencia al gallo no le salen las plumas. ¡Fíjense bien! Tan creído y chauvinista que es de sí mismo que no tolera ninguna sombra ¡hasta permitió que uno de sus subalternos saludara montera en mano su magnífica suerte de banderillas! ¡Buen ejemplo francés para estos tiempos! la Diplomacia sustituye a la “grandeur”.
El que no estaba por la labor de ceremoniar era el mejicano Adame. Pletórico de forma física y de valor, sorteó con habilidad las trampas que le puso su primer toro; y en el segundo jugaron a separarse y encontrarse (toro y él) en una permanente búsqueda de distancias adecuadas donde encontrar armonía (como los novios de antes, en los que cada re-encuentro después de una separación era una orgía de dulzura y entendimiento). Y allí surgían cantes hermosos, desde las volátiles zapopinas, hasta los naturales hondos, desde los inquietos tapatíos con la derecha hasta los elegantes trincherazos. Además mató por derecho y eficaz. Una oreja que se va para México. Gracias, Sr. Presidente.
Dibujo 104.- Enrique Ponce y su celebración de los XXV años de alternativa
11ª.- Seguramente muchos aficionados se harán esta pregunta ¿para qué este cartel y esta corrida?.- La explicación ya se la dio Guerra al mismo Ortega y Gasset; Hay gente pá tó.
Y dentro de ese “pá tó” está la corrida que llaman mediática o popular con los diestros Manuel Díaz “el cordobés”, Juan José Padilla y David Fandila “El Fandi”, a los que cierto público aprecia no sus gracias toreras sino otras colaterales que les acompañan, gracias que son las que aplauden con ensañado olvido de su torería, ya sea buena, regular o mala, y a las que éstos, por desgracia, se empeñan en corresponder.
Frente a ellos un buen lote de Torrestrella, de toros manejables que se fueron sin un digno aprovechamiento de su crianza.
Lo que ocurre allí, poco tiene que ver con una corrida de toros significada sobre todo por la incertidumbre del resultado y por la emoción como sentimiento básico de su desarrollo. No, allí el personal va a asistir claramente a una idea de espectáculo donde se sabe lo que va a ocurrir, el resultado está previsto y el guión se cumple con exactitud rigurosa.
Yo miraba a “el cordobés” y recordaba su alternativa en esa misma plaza hace bastantes años y me daba cuenta de que no ha aprendido nada en todo este tiempo; quizás a exponerse menos y a no hacer “renacuajazos” una vez resuelta su identidad. Se sigue riendo como entonces y me pregunto que puede tener de encanto esa risa para que se atreva a vestirse de torero en una plaza de la categoría de la Maestranza de Sevilla.
Juan José Padilla, puso lo que es: coraje, y también torería, porque se sabe torero. Toreó con y contra el toro, logrando a veces pases y suertes dignas de un mejor receptáculo. Banderilleó con mucha facilidad y mató por derecho y eficazmente. Se llevó una oreja muy merecidamente y el entusiasmo que arrastra estuvo a punto de darle la otra. Él, torero de cuna y de esfuerzo, navegador infatigable de tormentas, valiente para sí mismo antes de serlo para los demás, ahora ve premiada por una mala suerte un reconocimiento de otros méritos. Él lo acepta así, es listo; y como además es “buena gente” la gratitud le lleva a exponerse de verdad ante un público que solo le pide mostrarse. ¡cosas de la vida!
Además tuvo a bien recordar la muerte de Manolo Montoliú en este ruedo y brindar un toro a uno de sus hijos. ¡Si señor! Detalle de señor y caballero.
El Fandi se lió a poner banderillas. Puso cuántas, cómo y dónde quiso. Y también mostró que corre más y con mejor estilo a dos patas que los toros con cuatro. Y que lo hace con el mismo garbo para atrás que para adelante. Al Fandi, que también es/era torero, esto del populismo no le ha venido bien. Con el cambio tanto él como nosotros hemos perdido un muy buen torero de capote; y como él ya sabe el escaso interés que se le hace después de la suerte de banderillas, no tiene ningún estímulo para mejorar en la muleta. También se ha adaptado a ese público y a ese espectáculo. Se siente que empieza a olvidarse de que ser torero, como lo ha sido mucho tiempo, ya es otra cosa; aunque puede que anduviera cabizbajo y un poco amargado porque a su “madre adoptiva”, Granada, le ha salido ahora otro hijo inesperado y mítico que es José Tomás contra el que sabe que no puede competir.
Por lo demás, todos ellos sonreían y bailaron, juntos y por separado. Así que, como si hubiéramos vuelto aquella película musical de …. ¡Un día de Nueva York!.
Dibujo 105.- Cartel mediático-Popular: Manual Días “el cordobés”, Juan José Padilla y el Fandi.- ….. “un día de nueva York”
12 y última.- Los victorinos.
La Empresa, pensado en que lo que queda en el recuerdo es la última imagen, quiso tirar la casa por la ventana y preparó una traca final por todo lo alto. Se dijo: “nosotros como en “Madrí”, y se trajo los victorinos para este espectáculo de cierre intentando asegurarse con toreros que tienen fama contrastada de hacer las cosas bien con estos toros: Manuel Jesús el Cid, Antonio Ferreras e Ivan Fandiño.
Victorino Martín no les vendió todo el género bueno. (¡Pues no sabe nada él del juego de trileros!). En cantidad sí, llegaron 6 tiros, pero en calidad solo 2. Los otros 4 eran a repartir entre malas alimañas y rajados o vulgares mansos.
A Iván Fandiño le correspondió el peor lote. Lo que le dieron era intoreable y solo vimos de él, el coraje con el que se entrega en cada suerte de matar.
Al Cid le correspondió uno malo y otro bueno, que presentaba un pitón derecho por donde iba largo y un pitón izquierdo que dibujaba arcos y solenoides por la arena. Pero este Cid de ahora, o se ha dejado ir la guerra, o ha hecho las paces con el Rey, o ya tiene su terrenito y se ha vuelto conservador, porque la faena estuvo muy lejos de la categoría del animal. Además, como siempre mató mal. Parece que la “tizona” se venga una y otra vez de que la use otra mano que no sea la original histórica que la sostuvo en sus inicios y no cumple con el requisito de matar.
Así que al final hubo un monólogo de Ferreras con su toro de nombre Disparate. Eso sí, fue un monólogo digno de Hamlet. Desde la apertura del capote para enseñarle el camino, a la definición de territorios en la verdad de la suerte de banderillas, hasta en el dominio de la muleta. Disparate traía la emoción con su bravura, y Ferreras la transformaba en mando y arte; arte del movimiento, arte de la cadencia, arte del mando en el sometimiento repetido a un toro que besaba la arena que la trayectoria del torero dibujaba.
Probablemente no fue el toro de la Feria porque ese puesto se lo había quitado Niñito, pero sí fué la Faena grande de la primavera sevillana.
Luego la espada le robó una oreja; la otra no, ya la había ganado tiempo antes con su torería, aunque hubiera matado al animal a pistoletazos.
Se fue Ferreras el de la bandera extremeña en sus banderillas, con la garantía y la seguridad de saberse Figura y Maestro; así como de haberlo conseguido por su lucha en las plazas contra los enemigos de las divisas más negras, con el precio de su cuerpo de cicatrices, y con su imagen colgada ya en el archivo de nuestra más selectiva memoria. Figura y Maestro, independientemente de que pertenezca o no al grupo de presión del colectivo.
13.- (No podía ser otro número) : El Resumen
La Empresa Canorea-Pagés echó un órdago a la tradición y quiso hacer algo nuevo, holliwodense, o sea de cine. ¿Que los divos se ponen “bordes” y no aceptan mis condiciones? Pues hago una película original y distinta aprovechando el slogan democrático de “algo del pueblo y para el pueblo”. A ver que me sale. ¡y le salió una clásica de romanos!
Así que empezaremos también a lo clásico: ¡Ave Canorea! Los que se van a aburrir te saludan!
Y como el espectáculo fue lo que fue, el que intentó ser héroe pasó a ser el maldito villano o el anti-héroe receptor de todas las maldiciones posibles de una frustración. Porque no se merecía la Feria de Abril que llegara ya lastrada por una negociación fallida, marcada con el sello de la ausencia de las figuras del momento.
La falla intentó taparse a base de hipertrofiar lo que se pudo repescar de aquella negociación: la despedida de Ponce, la fiabilidad de Castella y el Cid, el cierre de los victorinos, la elevación a la talla de figuras a los destacados de la Feria anterior como Nazaré y Escribano, algún mejicano contrastado de fama, etc., queriendo poner sobre sus hombros la responsabilidad histórica de ese bendito albero de la Maestranza. La “tapadera no resultó” , y la feria quedó hecha un fiasco.
La Empresa Canorea-Pagés, o Canorea-Valencia apostó desde la arrogancia a que las figuras no les subían a las barbas (mala consejera es la pre-potencia), y les quiso hacer pasar por unas condiciones que tenían más de ataque a su orgullo que de adaptación realista a la situación. Pero el caso es que sí, que los divos – con este nuevo invento de la solidaridad democrática entre colectivos – se subieron a las barbas, se las pelaron y les abandonaron. El público se identificó con ellos, marchó tras los nuevos “spartacus” y le abandono a él. Supongo que hoy, sus vecinos, han observado la experiencia con suficiente claridad como para tener las suyas muy bien remojadas.
Las figuras pueden ser discutidas, pero tienen el gancho popular por algo. Un codilleo de Manzanares, un retorcimiento del Juli, un “cinturazo” de Morante o una caída de brazo izquierdo de Talavante tienen ese aquél solo comparable al pestañeo de las estrellas de cine americano o a esas elevaciones de cejas con aire despectivo de sus galanes, ¿por qué? ¡vaya Ud., a saber! Canorea debe de seguir preguntándoselo para no repetirse otro sopapo.
Sentirse y autoproclamarse por sus súbditos Rey del Cemento (por aquello de los asientos vacíos) no creo que le haya valido la pena. Las dos generaciones que les preceden como modelos de gestores de plazas taurinas no deben de haberse sentido muy orgullosos de esta descendencia.
Así que, metidos como estamos en esta de romanos, me vas a permitir un consejo, nacido en el recuerdo de la película Quo Vadis (lamento no tener la reproducción exacta del texto) .. A punto de morir dulce y voluntariamente, entre amigos y con un nuevo amor descubierto, Petronio dirige una carta a Nerón en los siguientes términos: Haz lo que quieras con tus súbditos, mutílales si ese es tu gusto, crucifícales, pero ¡por favor! No les aburras, como has aburrido mortalmente a tu amigo Petronio……
Amigos Eduardo y Vicente: la podríamos firmar nosotros.
Dibujo 106.- Eduardo Canorea: “ El Rey del Cemento”
1 Respuesta to “Feria de Abril”
23 mayo, 2014
milucaMe gusta mucho más leerte que verlo en televisión. Sibre todo teniendo en cuenta que las críticas que haces ,de las que me fio bastante, no son como para pasarse horas frente a la pantalla. Muy bueno lo tuyo y más bien malo lo de los ganaderos como casi siempre.