ULTIMO TERCIO
– De septiembre al otoño final
– Resumen y conclusiones de la temporada
– A mis camaradas, soles perdidos de otoño
– Los subalternos .- La suerte de varas
– La novillería
– Clasificación subjetiva del escalafón
– Final, despedida y agradecimientos
Genu-reflexiones:
1.- De y …. para Curro Romero
2.- Sobre el nombre de esta Fiesta de los Toros
3.- A propósito del Espectáculo Musical y taurino de “The Maestros”
DESDE SEPTIEMBRE AL OTOÑO FINAL
Con la Feria de Bilbao, la Fiesta se estanca en nuestra mitad norte. – de Despeñaperros pa’arriba – , y teóricamente algo cambia. Las Fiestas populares, que tienen que proporcionar ese entorno anímico necesario para que las Corridas de Toros se celebren, ya no festejan la esperanza de la primavera precoz y reventona del Sur, tan propicia a hacer Reyes a Príncipes (me refiero al toreo), y a prohijar hijos salerosos o valientes. Del “Desfiladero” arriba ya se juega más con la realidad de la recolección. Es la fiesta de la cosecha, de las cosas maduras, del “reposo merecido de unos padres guerreros” en su lucha contra la celosa Naturaleza. Aquí ya se habla de “palabras mayores”. Es el Espacio y el Tiempo de las “ferias toristas”; donde reina el toro grande, hecho, brusco, deslizándose a cinqueño, áspero y peligroso como la naturaleza misma que exige confrontarse con un hombre-torero dominador de ella.
Es el tiempo de la última oportunidad de “colocarse”. Igual que en las Ferias se aprietan los carteles, en cada pueblo se hacen fiestas y se inventan Vírgenes, para dar oportunidad a las mozas al último ligue con el foráneo.
Y esto que parece lógico, posible, y hasta romántico, a la hora de la verdad se hace mentira o poesía – primas carnales hasta la muerte -, porque los empresarios que son los mismos que en el Sur, sacan a los mismos toros, colocan a sus mismos toreros y salvo una ligera diferencia en el aspecto físico del animal – con mayor seriedad que trapío -, las ferias repiten el mismo ritual que el calendario escolar; así que Septiembre es lo mismo que Junio pero un poco más cansado.
Se echa de menos ¡cómo no! la ferias de San Sebastián (¡Ay antigua plaza de El Chofre donde descubrí a “mi Curro”, cambiada luego por la de Illumbe y hoy bajo lienzos morados de vergüenza, resentimiento y ausencia!), y la de la Merced de Barcelona (En un esfuerzo terrible por mantenerme educado no hago más comentarios).
Intentó resucitar sin demasiado éxito la plaza de El Bibio de Gijón, aquella de los bravos toros portugueses de Murteira o Palha que alejaban a las figuras de las fiestas de Begoña por los años 60, pero hay que valorar su intento. Como hay que aplaudir la Feria de Albacete en un deseo de hacer un San Isidro II tardío y resumido. Esta última nos regaló emocionados el valor de un Perera enfrentado sin cuento a un toro asesino. Pero en general, Septiembre se difumina en una infinidad de plazas de mucha torería pero de poca repercusión hacia el futuro: Palencia – con un San Antolín que empieza el ciclo de la meseta norteña -, Vitoria, Logroño, Valladolid, Salamanca, etc., en las que se repitió lo de siempre: Triunfo del Juli, salidas a hombros de Perera, guiños celestiales de Morante, y en el medio Pepe Moral, que nos puso el suspiro pinturero de la Feria de San Miguel de Sevilla.
Y así llegamos a un Octubre final marcado por 3 acontecimientos:
1º.- La feria de Otoño de Madrid, que dejó como hechos más notorios:
El reconocimiento unánime al toreo puro de Diego Urdiales y, – esto se arece al juego de lo ¡más difícil todavía ¡ – ante un toro de Adolfo Martín.
Feria que premió la honradez, valentía humana y vergüenza torera que pasea airoso el catalán Serafín Marín y el soliloquio final de Miguel Abellán, excesivo para una carrocería cuyos ligamentos no parecían haber pasado la itv correspondiente.
2º.- La feria del Pilar de Zaragoza, con el triunfo inevitable del toreo total de El Juli, la feliz reaparición de Talavante en su versión más artista y otro encierro a solas de Daniel Luque (¡mira que le tiene afán este muchacho a eso del “vicio solitario”!)
Y 3º.- La Feria Novilleril de Arnedo, convertida en una especie de promoción-examen-Prueba de Selectividad (antigua reválida de bachillerato) para los “chavales”, salvada con sobresalientes. ¡qué lujo y qué goce para la esperanza! ¡qué lástima que intereses comerciales y de “escuadras” vayan a segar estos brotes verdes de ilusión torera.
Y ahí se acabó la Feria del 14.
Los “pudientes” se fueron a hacer las Américas, y los permanentemente olvidados a la espera de que “la hora nona” les coja en Valdemorillo.
RESUMEN Y CONCLUSIONES DE LA TEMPORADA
Como tantas otras cosas la Fiesta no se salvó de la crisis ni de su estrategia defensiva: Los Recortes
La imagen de un colectivo humano habitualmente colorista y bullanguero, anhelante y frustrado, tan provocador de riesgos como tranquilizador de miedos, que es el Público de una plaza de toros, es hoy una imagen que desvela vacíos, desolación e impotencia. La ausencia casi masiva de aficionados y simpatizantes a estos festejos ha marcado la pauta este año.
Junto a las dificultades económicas, las puñaladas traperas recibidas por el odio, el esnobismo y la frivolidad se hicieron notar. ¡Malhaya asesinos taimados y anónimos camuflados bajo el postizo de ideologías progresistas que son tapaderas de resentimiento e ignorancia!
Y da la impresión de que el resultado de esta herida va para largo. Ni en el pasado ni en el futuro parecen encontrarse soluciones. Los intentos de corridas mixtas de toreo y rejones para atraer a personas gustosas de bellas dinámicas zoológicas, no reavivaron la afición. Los Toros, no son ni Zoo ni Circo.
La base de la Fiesta: El Toro, también fué una víctima más de esos cambios que impone la “ modernidad”, – casi siempre más tendente a innovaciones artificiales que a conservar la esencia natural de las cosas- , de la espontánea evolución del toro bravo de lidia.
Tanta selección, tanto ADN manipulado, tanta química, ¡tanta leche! Han terminado por dar a luz un animal más adecuado a un espectáculo de ocio que a una corrida de toros. Adiós a aquél toro incierto de antaño, algo cobardón pero asesino, con sentido innato reforzado por su enorme capacidad de aprendizaje para herir o a matar, que así lo creó y crió la Naturaleza. Ahora, el toro que sale, increíblemente discriminado y seleccionado a medida, para cada plaza y para la exigencia de cada público, sale sabiendo torear o con la habilidad de aprenderla a partir de los tres primeros pases de recibo. Este toro semi-natural, semi-químico, suele ser noble, ni bravo ni manso y ambas cosas, corto de recorrido y de fuerzas, que descuelga fácil, bien de forma pero no de fondo, bonito de lámina estática y falto de alegría dinámica, sin capacidad de recorrido para hacer suertes largas, hondas, repetidas y quebradas. Aunque su fisiología le empuja a caminar hacia delante, no se puede decir que sea un animal que acometa – rasgo básico para su lidia – por lo que es difícil denominar embestidas a los movimientos que siguen a los engaños del torero. Es, para que nos entendamos, algo equiparable y que ha hace juego con esa juventud ni-ni, o con ese tipo de personalidad “como si”, tan frecuente ahora.
Con esa base es difícil que las cosas tengan altura.
A la realidad de este toro cortito ha tenido que adaptarse un Toreo que no sea excesivamente exigente con él. Un toreo, que aunque debería de ser una lidia que tuviera como objetivo la quiebra de su fuerza y la preparación para la ejecución de una suerte de matar que acarrea riesgo y peligro a quien debe de ejercerla, tiene como Tarea Primaria la de cómo sostener en pie al toro durante 10 o 15 minutos, para pasar una y otra vez por delante de la barriga del torero. Así que el torero debe de ser experto en otras cosas: O bien en saber de fisiologías veterinarias y de capacidad respiratoria o de resuello del toro para administrar descansos que le permitan coger aire y no ahogarse. O bien experto medidor de aparatos ósteo-articulares para calcular la potencia muscular que le permita un caminar airoso sin derrumbamientos o paradas vergonzosas por claudicación. O bien, – rizando el rizo – , ser un dotado de excepción en expresión corporal de su propia anatomía hasta lograr que movimientos entrecortados parezcan bellos escorzos, que un andar patoso se llame garbo pinturero, y que un rígido envaramiento pueda entenderse como empaque. A esto último, hemos establecido en común denominarlo Arte. ¡Éle!.
Así que con estas materias caben dos posibilidades de terminar como figura del Toreo:
O una forma caracterizada por el inmovilismo del torero y que el toro de vueltas en torno a él, limitado a un pequeño espacio – hay que evitar el cansancio – para que no se venga al suelo ya sea por debilidad o por mareo. ( Una versión adulta del juego infantil del “molinillo, corre-corre que te pillo”). Es el toreo tancredista que se ha puesto de moda y que premia tanto el estatismo como la proximidad (se reclaman como antecedentes algunos aspectos del hieratismo de Manolete, la revolución mística y pasiva de Ojeda, o el gancho populista de Jesulín)
O bien el toreo del Unipase, caracterizado por que es el torero el que pone el movimiento. Éste va y viene después de cada lance permitiendo que el toro se reponga de sus esfuerzos. Mientras esto ocurre el torero tiene que pensar qué suerte va a ejecutar, ensayarla mentalmente, realizarla de forma garbosa y finalmente contorsionar su cuerpo para trasmitir al público que eso tiene sus dificultades. Esto es el toreo artístico, que también requiere como antecedentes una llamada a la mixtura entre algún aspecto de Antonio Ordóñez y del toreo gitano, y que tiene como mito y objeto de culto a Curro Romero.
Bueno : ¡esto es lo que hay y lo que va a haber! Tendremos que acostumbrarnos a valorarlo y a aplaudirlo porque el futuro no se barrunta mejor. Un toreo espectáculo donde la incertidumbre ha muerto, y donde su enseñanza de cierto conformismo ante los imponderables de la vida, incluidos en la consabida frase:
– ¿Adónde vas? ¡A LOS TOROS!,
– ¿de dónde vienes? ¡de los toros!,
ha desaparecido para siempre.
A MIS CAMARADAS, SOLES PERDIDOS DE OTOÑO.
Ya mi abuela, conocedora infalible de las querencias y debilidades humanas, me había prevenido contra el efecto traidor de estos soles de otoño, que ella englobaba bajo el término del “sol del membrillo”.
Sabía ya del riesgo que conlleva poner esperanza y anhelo a las nostalgias de sentimientos pasados. El pasado no se repite como se fue, y si lo hace, retorna en forma de caricatura grotesca.
Sordo a estas sabidurías, y aún con los soles calientes a la espalda de un verano que alumbró más sensaciones que sentimientos, encaré mi vuelta a la Residencia en el otoño esperando encontrar en ella a mis compañeros contertulios de ayer. Teníamos por delante varias Ferias que compartir, infinidad de opiniones a pelear, y mucha urdimbre afectiva y familiar que nos serviría de sostén contra las divergencias y frente a lo desconocido. Pensé a Eustaquio y a D. Florentino, como dos ángeles renacentistas acompañando un nuevo alumbramiento. No fue así. ¡Malhaya del solo que agrieta la piel de los viejos sólos!
Ni D. Floren ni Eustaquio llegaron vivos y frescos como esperaba encontrarlos, sino tan muertos de alma como heridos de cuerpo. Imposibilitados para interesarse más allá de ellos mismos, herméticamente cerrados a cualquier estímulo que venga del exterior y unos circuitos mentales secuestrados, sin otras vistas que a la huida del miedo o a la alucinación de la satisfacción.
Don Florentino, el de infinitas hipótesis explicativas de los acontecimientos más enigmáticos de este mundo al que se empeñaba en meter dentro de la lógica, se ha metido en el oscuro túnel de la hipocondría. Vive ahora en permanente movimiento de persecución a la búsqueda de señales corporales que puedan revelar funcionamientos quebrados, oscilando su ánimo entre la pesadumbre y un estado de alerta agotador. Perdido en esa selva aprehensiva de inquietudes, persigue al ébola con los termómetros en permanente posición de armas bajo el brazo. Si alguna vez fija la atención en la TV para ver la corrida de toros, la centra en los signos de flojedad visibles en estos animales (para lo que tiene un amplio muestrario), lleva luego sus manos exploratorias a una zona equivalente de su anatomía y corre a la enfermería para espantar cualquier atisbo de gravedad. Para nuestra mala suerte, Mary Pepa ha sido sustituido por un hercúleo Rubén que todo lo arregla con forzamientos físicos; y así, entre masaje por un lado y estiramientos musculares por otro, nuestro Dn. Florentino cambia los dolores de su “noble artrosis” por los infames esguinces de repetidos descoyuntamientos. ¡No! Se nos ha perdido para la tertulia. Debió de ser muy grande su soledad vivida entre riquezas de jaculatorias y pobrezas de abrazos. El sol que recibió le llenó de sombras que le despojaron de todos sus silogismos fantasiosos.
Eustaquio ha terminado por aceptar un asentamiento permanente recluido en una silla de ruedas aconsejada más por cautela a sus movimientos que por impotencias funcionales. Le han puesto como guía a la joven cubana Clara-Hermelinda, tan jugosa de formas y “moveres” como seca de empatías. En diabólica unión con Sor Mercedes que sigue inmodificable, ambas se combinan para calificar y modificar las variaciones anímicas del genio de Eustaquio. Cuando la luz ilumina memorias de circuitos pasados la cara se le aprieta de tristeza y rabia. Alguna vez llora. Y ese dúo de féminas malvadas le diagnostican de Depresión y le atizan extrañas medicinas salvadoras. Por milagro de la química, a los pocos días nuestro amigo parece excitado y contento. Yo observo que si eso coincide con algún festejo taurino, sus ojos se le van buscando en los toros la zona de su anatomía perdida, y desde ahí, se mueve inquieto en la silla, buscando zalamero una respuesta de la cubana o un cambio de postura de ésta que le permita atisbar el inicio de esas dos grandes piñas coladas que patenta su cuerpo. Este espasmo vital de una identidad alejada o perdida, tiene que pasar por el filtro diagnóstico de su “jurado protector” que indefectiblemente van a calificar de “estado de nerviosismo y ansiedad”. Y de ahí a la administración de otra química sedante que le retornará al silencio vegetativo de su alma o al desamparo de su impotencia. ¡Milagros revitalizadores de la química farmacéutica y del control emocional! No, también se me ha ido como contertulio. Y me han dejado con tanta soledad como ellos con tan tóxica compañía.
Don Florentino y Eustaquio, dos formas aceptadas de ser viejo.
Larga travesía del desierto nos espera.
El sol, grato a los cuerpos jóvenes, se hace maldito con los viejos sólos, y su calor, solo remueve en ellos brasas de cenizas.
Heridos de duelo por estos soles traidores, esperaremos la niebla para construir sobre ella mundos luminosos de recuerdos o de sueños, agradeceremos la lluvia para que nos ahorre el esfuerzo de llorar nuestras penas, y justificaremos el anhelo del frío porque favorece el retorno implacable a nosotros mismos; es nuestro último amor narcisista buscado a ciegas.
Y así, adaptados a esta realidad interna, escucharemos juntos las noticias del tiempo en los telediarios.
¡pobre sustitución de una afición pasional compartida!
LOS SUBALTERNOS.- LA SUERTE DE VARAS (siento cierto pudor si les denomino “picadores” por la connotación tan vejatoria que habitualmente lleva este término)
Ya al principio de temporada habíamos destacado el trabajo de los subalternos que en general habían logrado realzar su labor, y que el público comenzara a valorar adecuadamente suertes no siempre espectaculares pero necesarias, como la de correr al toro, fijarle, no “malenseñarle”, etc… Estas virtudes tomadas casi mayoritariamente en silencio por el público y no demasiado engrandecidas por sus ejecutores, sufrieron un cambio en las últimas temporadas, y llegaron a cristalizar en la anterior tanto en manejo de los capotes como en los tercios de banderillas que ahora ejecutan con tanta eficacia, riesgo y torería como las de aquellos toreros que la llevan en su repertorio personal.
Consecuencias, se ha estimado adecuadamente su labor, y se ha ensalzado la suerte de banderillas en la que vemos competir cuadrillas con cuadrillas o incluso dentro de las mismas en pro del lucimiento.
Con ello se ha dignificado también todo el escalafón de subalternos, ahora generalmente jóvenes y educados para esa tarea, muy distintos de aquel viejo cliché de viejo torero fracasado y venido a menos, útil solo a maltratar la bravura o el peligro de un toro, o para tapar las deficiencias o huidas del maestro.
Uno de estos años los “terceros” aprenden a apuntillar al toro caído y ya tendríamos las cuadrillas perfectas.
Este año el cambio ha venido también en los encargados de picar en el toreo a caballo. Ese gremio de picadores tantas y tantas veces denostado hasta hacer de su presencia una rutina de protesta, ha evolucionado y ha evolucionado para bien.
Con seguridad hay que atribuírselo al cambio del toro, a este toro de ahora que aunque de presencia irreprochable, aguanta pocas sangrías y menos topetazos. Pero también es que ellos han sabido cambiar y mejorar su actividad. Ha desaparecido aquella imagen “boteriana” fabricada para reforzar un peto ya de por sí anti-tanque y no obligados a tener una imagen que lleve consigo la tasa de sobrepeso; suelen ser aceptables caballistas , o, lo que es mejor, se han rejuvenecido las cuadras de caballos de las plazas; no hacen ensañamientos ni cariocas excesivas; se atreven a citar y a recibir de largo cuando se tercia, y su actuación no pasa del picotazo y “paso atrás” (algo parecido a comer gachas) sin tapar la salida del toro ya sea por un sí-mismo cobardón o mansedumbre o ya sea porque llega el capote de algún subalternos azuzado por las prisas de un matador que le interesa mantener al toro en pie.
El resultado es una suerte de varas no solo ya mejor, eficaz y más estética sino también algo esperado por el público, valorado y premiado ¿cuántos años hacía de eso? Yo creo que de haber conocido antes ese meritoriaje que tiene la labor de picar, evaluar y ahormar a los toros para la lidia, tarea tan injustamente atacada y despreciada hasta ahora.
¿Me atrevo a poner un nombre a esta nueva generación que dignifica la suerte de varas? Por ejemplo Oscar Bernal, pero solo como representante de todo un colectivo que ha revolucionado para bien su nombre y su tarea.
Dibujo 144.- La suerte de Varas
LA NOVILLERÍA
Si en algún lugar de este Planeta Taurino sucedió una semejanza con eso que tan eufemísticamente llamamos “ciclogénesis explosiva”, esto ocurrió en el nivel de la Novillería.
En el tiempo que llevo sabiendo y leyendo sobre toros, que ya es mucho, no recuerdo otra época como ésta que ofrezca un plantel tan amplio en cantidad y calidad como el abanico de promesas toreras que ha dejado esta temporada.
Ahí los tenemos, en un conjunto próximo a la veintena preparados para poder competir hoy por hoy en cualquier plaza de 2ª Categoría, frente a novillos-toros próximos a los 500 Kg., con la mayoría de los que se firman figuras del toreo.
Y aquí están, venidos esta vez no de tientas peregrinadas o arrancadas al beneplácito de ganaderos, sino de un trabajo y un esfuerzo acreditados por las Escuelas Taurinas actuales, repartidas gracias a Dios, por toda la geografía española y ratificando el buen quehacer de éstas.
Estos muchachos, de recién pasado acné, ya tienen su brazo de hierro, su mano de seda, el conocimiento y la técnica para la lidia y las suertes adecuadas a las distintas líneas de procedencia de cada toro, virtudes éstas que antaño costaban largo tiempo y dolorosas curas conseguirlas. Y además han demostrado otras cosas importantes, como que el Valor no viene de la querencia a la muerte sino de unos deseos irrefrenables de vida exitosa, y que la Ambición no nace de “las jambres” sino del Deseo.
¡Enhorabuena y Bienvenidos!
Sería incapaz de recorrer en total la lista de estos “aprendices sabios” apuntando a la gloria, y sé que en mi corto recorrido van a quedar muchos sin nombrar con no menor crédito que los nominados, de esa larga lista que irá desde los dos próximos toricantanos: José Garrido y Francisco Lama de Espinosa, que han rematado el año con encerronas en ruedos tan difíciles como Bilbao o Sevilla (que conste que a mí no me gusta mucho esto de los “vicios solitarios”, así que esperemos que sea cosa de la edad y se les pase pronto), hasta el último aldabonazo dado por el castellonense Jonathan Varea en Zaragoza al indultar al novillo “Quejoso” de la ganadería aragonesa de “Los Maños”. Y en ese camino no puedo ignorar el toreo total de Posada de Maravillas, la estética eficaz y ortodoxa de Francisco-José Espadas, la bulla taurina de Borja Jiménez, la clase exquisita de Ginés Marín vencedor en Arnedo, ese aire de toreo largo y hondo que nos dejó José Pérez Muñoz sobrino-nieto de Curro Romero a cuyo recuerdo invocamos.
¿Cuántos de estos llegarán a ser toreros y figuras del toreo? Posiblemente muy pocos porque no lo tienen nada fácil. Los puestos están copados por un escalafón que no se mueve; los viejos se resisten a reconocer que su órbita se ha agotado; cada vez hay menos corridas, y la realidad de que el manejo de la Fiesta está en esa extraña condensación-mixtura del personaje: ganadero-empresario-apoderado con sus “cuadras cubiertas y completas” que le dan seguridades, hace que se apueste poco por lo que “debería de venir”.
¡Que tengan suerte! porque merecimientos, han hecho de sobra.
Dibujo 145.- La Novillería
CLASIFICACION SUBJETIVA DEL ESCALAFON DE TOREROS,
Así es como les ví, no tengo más bases para esta categorización que la parcialidad de mi gusto y la objetividad de mi afición ¿escaso bagaje no? Así que pido disculpas de antemano, porque a los que me han gustado probablemente les haré un panegírico, y a los que no me han satisfecho daré satisfacción a mi mordacidad. Pido disculpas por ambos lados.
I.- Fuera de Categoría: José Tomás.
No veo ninguna posibilidad de incluirle en los distintos apartados que pueda diferenciar. Él está, como ciertos puertos del Tour de France, “hors de catègorie”.
El reino de José Tomás desde hace tiempo “no es de este mundo”. Él tiene la creencia de que va para Dios; todavía no ha llegado, pero ya goza de las atribuciones de parte del santoral; se aparece o no se aparece cuando tiene a bien o cuando la circunstancia sirve a su mejor loa. Este año deseó aparecer en el Corpus de Granada para presentificarse en lo que debe de considerar “su procesión”, luego se vino a León por aquello de que la ciudad tenía que celebrar sus fastos bajo su bendición, siendo como es, poseedora del Santo Grial y cuna del Parlamentarismo europeo (¡Dios mío! ¡826 años ya sobreviviendo a las mentiras de que los políticos nos representan y que todos somos iguales ante la Ley!); y por fin descendió a Málaga para entrar y aprovechar los circuitos de la internacionalidad que concede el turismo. Como ven, subido a milagros ajenos, hace acopio de méritos para la santidad. ¡A eso se le llamaría en cualquier lugar tener un buen apoderado!
Lo que no cabe duda es que hay que reconocer en él una gran carga de misticismo que despierta fanatismos de seguimiento ciego. Cuando él toma los avíos de torear, se coloca en ese “su espacio torero”, en la dimensión desconocida e inhabitable que no es ni del toro ni del hombre, sino del escorzo engañoso de un soplo de aire, y desde ahí, una muñeca prodigiosa en circulares hace bailar al toro sueños de danzas levitadas. ¡cómo no va a despertar pasiones! ¿Qué de los 6 toros que mató solo uno de ellos podía ser calificado como tal? De acuerdo, pero fue suficiente para seguir esperando otro milagro.
II.- Los Triunfadores de la temporada:
1.- Julián López EL JULI.- “El Rey”.
Es sin duda el torero más dominador del panorama actual. Nadie puede como él, nadie hace la lidia más completa que él ni nadie es más valiente y conocedor de la Fiesta como él cuando ha querido o necesitado demostrarlo.
Empezó distanciado de los aficionados, empujado tal vez por los vientos siempre soñadores de la vieja Castilla, a liderar o a compartir un sitio Divino en la Tauromaquia actual. Era demasiado ambicioso el deseo, los tiempos de hoy ya dudan de Monarquías cuanto más de Imperios. Las alternativas de refugiarse en el recuerdo de su historia o en el mecenazgo de hijos, siempre abandónicos a la larga, no lograron colmar ni la afición y ni la ambición de este torero enorme, que, cuando necesitó ejercitar su identidad con
Dibujo 146.- Triunfadores I
la realización de su oficio nos demostró quien es el Rey de la Fiesta. Príncipe ayer, y tal vez Emperador mañana, hoy reina y dicta su magisterio allá donde se viste de lo que es: el Maestro Torero de toda una época.
Tal vez se le puede acusar de centrar su lidia en divisas conocidas – que no toros pequeños – , o de la forma de ejecutar la suerte suprema, de eficacia contrastada, pero nadie le podrá poner pegas a su poderío, al conocimiento y dominio del toro, a su estética (no es desde luego paradigma de la pinturería sevillana que a veces extrañamente se le exige), ni al valor de colocarse más cerca de los cuernos del toro que cualquier otro.
Si empezó distante, terminó la temporada cerca de la afición y ésta cerca de él subiéndole a su trono. ¡Viva el Rey!
2.- Miguel Ángel PERERA, “El Príncipe Encantado”, sin duda el triunfador de la temporada.
Un final menos brillante de lo habitual, y el gesto innecesario de una encerrona solitaria en Nimes posiblemente mermó sus fuerzas en las corridas que cerraron el ciclo, pero eso no desmerece la temporada más increíble de este torero que cumplía 10 años de alternativa.
Por supuesto que no voy a enumerar sus trofeos ni sus Puertas Grandes; el arte no se mide en cantidades, pero sí quiero subrayar que Miguel Ángel Perera ha conseguido dar completud, y hacer arte a un estilo de toreo que ha terminado por imponerse como “toreo actual”, toreo que se adapta al tipo de toro que sale hoy por corrales, tan limitado y corto de recorrido.
Toreo que – tengo que confesar – va a contraestilo a mi forma clásica de entenderlo, pero toreo al fin y al cabo, que no entra en los cánones antiguos de: “si viene el toro o me quito yo o me quita él” , “torear en los terrenos del toro”, “citar templar y parar/mandar”, “llevar al toro por donde no quiere ir”, etc.., ninguna de éstas fórmulas es aplicable al toreo de Miguel Ángel Perera que continúa y culmina aquél toreo inmóvil de Paco Ojeda de los 80.
En Perera se diría que su canon es algo así como decir al: “ ¡Eh toro! ¡yo tengo este sitio y no me muevo, a ver cómo pasas tú!”; y por inverosímil que parezca la propuesta el toro obedece y pasa una y otra vez siguiendo una templadísima muleta que parece hipnotizarle. No importa la distancia, el cuerno puede venir desde lejos o desde la taleguilla de los muslos, tiene que pasar y pasa. Por si esto fuera difícil, Miguel Ángel Perera aprovechando un físico portentoso y una envergadura no habitual en el toreo carga las suertes, alarga los trancos, somete al animal y crea una estética de indudable valor.
Aquí no importan categorías de plazas, divisas, castas, líneas comerciales o firmas con vitola de peligro, como no importan pueblos pequeños o grandes ciudades, se entrega por igual en todos los sitios; el valor está en su identidad y no sabe ni puede renunciar a ella. Además mata bien, por derecho y sin trampas. ¿se pueden pedir más datos de idoneidad para nombrarle Príncipe heredero y Héroe triunfador?
Todos nos rendimos a la evidencia de su Toreo Grande.
3.- José Antonio MORANTE DE LA PUEBLA. La otra dimensión.
Antonio Barrera, su admirado ex – compañero y hoy metido a mentor-apoderado, le preparó un lanzamiento turístico en el intento de pasar de ser una delicatesen minoritaria a una expectativa de masas. No sabemos si habrá acertado con este Morante Tour, pero tengo la impresión de que trataron de exhibirle como cuerpo-hombre y triunfó el cuerpo-torero; y, para mí, que tiene mucho mérito el salirse del espejo y colocarse más allá de la propaganda.
Mi impresión es que Morante ha intentado más veces ser el mismo, el que tiene la cintura de junco gitano y cadencia mora, el de la muñeca de aire como una bailarina india, el de los lances largos, hondos y lentos que le permiten torear como suspirar y rematar las series con un “quejío” que llega a doler de estremecimiento. Morante además tiene capacidad para hacer la lidia adecuada a sus toros, no es capricho de encastes. Cuando logra conjuntar ambas cosas, el de La Puebla se convierte en el canon de un modo de estar en torero que es único. En las ocasiones en las que esto surge, como es emoción estética pura – solo los renegados y ciegos de alma no la sienten – no cabe otra expresión que el de la gratitud por permitirnos ser sus espectadores.
Este año ha toreado mucho, y muchas veces bien, ha tenido más glorias que espantadas, y aunque no va de matarife ni de almacén de quincallería, algunos días ha tenido suerte con la espada lo que le ha permitido salir de las plazas a la silla de la reina, que va bien para su estadística.
Que no se engañen los artistas, no hacen creaciones para sí mismos, sino para que un coro aplauda sus soliloquios con las musas. Así que, si este invento publicitario va a traducirse en un público que sienta y aplauda esa estética, es más que posible que el artista se vuelva más prolífico. Gracias por este año.
4.- Joselito ADAME.- ¡Este si ha venido de “macho mexicano”!
Con seguridad silenciaremos su labor en el paso por los ruedos españoles. Llevamos muchos años así, sin saber el por qué de estas ojerizas envidiosas a los toreros mexicanos que entorpecen sus venidas o menosprecian sus valores, haciendo de cada una de sus tardes examen de novilleros.
Adame es un torero hecho y derecho, que nos ha traído dos esencias de la Fiesta: El Valor y la Rivalidad. Un Valor seco, sin cuento, el valor de estar siempre en el trayecto de la cornada sin enmienda posible. Toreó todo lo que le echaron; cuando el material al que le enfrentaron era posible, hizo toreo, un toreo clásico y airoso, repetido de lances que intentan ser bonitos – como se hace por allá -; cuando ese material no era digerible puso el valor y la vergüenza torera de no enmendarse.
También nos reverdeció la inquietud de la pelea por Rivalidad. Vino de gallo; con él llegaron otros muchos, al final quedó él solo. Primero aclaró el por qué es el número uno en el país hermano, y cuando el panorama de compatriotas quedó despejado alternó y buscó el sitio de las figuras en el territorio casi inviolable de ellas. Con éstas, y contra éstas, allá donde se acarteló, los toros estaban obligados a oler sangre de muslos y femorales. Y quien quiso competir con él hubo de recurrir al esfuerzo
Dibujo 147.- Triunfadores II
mnésico de recordar por tientas las “manías” del toro español que Joselito Adame aún tiene que aprender.
Esperemos que la represión institucional y mediática que existe para el toreo mexicano – extraña envida hacia una afición que crece y florece – no le relegue a ausencias más prolongadas.
5.- David Fandila EL FANDI.- La Honradez Profesional o la Vergüenza torera, esos son sus atributos que una y otra tarde dignifica con su quehacer en cada plaza de toros.
Entiende la Tauromaquia como un espectáculo, y como tal se debe a un público que le sigue, le aplaude y le es fiel.
Entregado en alma y cuerpo a esa actividad, la realiza frente a cualquier tipo de partenaire que le corresponda y coexiste con otras tauromaquias que tengan distintos vértices de perspectiva. No rivaliza con el personal, él ejecuta su programa. Un programa variado, vistoso, completo y de verdad. No hay trucos en su toreo físico, en su estimable labor con el capote, en el riesgo de sus quiebros en banderillas y – para las escasas fuerzas que le quedan al toro después de tanta paliza – en la labor de muleta preparativa de una suerte suprema final en la que se entrega con la más rigurosa ortodoxia.
A quien no le guste su estilo festero que no vaya a verlo, pero nadie sensato le puede menguar sus méritos, faltarle al respeto ni regatearle triunfos. Éstos se los da el público que asiste a las corridas, y en él tiene un sitio y un premio ganado a golpe de afición, de riesgo y de deseos de agradar.
Como tantos años, al final, primero en el escalafón por número de corridas. A ver quién le iguala.
6.- Sebastián CASTELLA.- El gallo peleón se hizo ruiseñor enamorado
Sentemos la base desde el principio: Sebastián Castella no puede ser otra cosa que un buen torero. Un torero grande. Solo que funciona con extrañas motivaciones.
Ya en sus principios, alejado de un nacimiento acogedor y tal vez añorando una muerte tranquilizadora, encontró un sitio en las cercanías del toro y sobre él construyó su Tauromaquia de primera figura. El desprecio ante la vida, que su aparente frialdad emocional parecía trasmitir, le distanció aún más del gran público aunque siempre fue ensalzado por la afición crítica. Él quería más, estamos ante una ambición a la que le cuesta reconocer límites, y el hombre apuntaba a la Historia como objetivo final de su tauromaquia. Sevilla, Madrid, Bilbao, etc. se le antojaron fortalezas pequeñas a sus sueños de grandeza eterna, y destruidos tantos altos ideales, se quedó en el manierismo de un estilo preciosista pero sin alma.
¡Y he aquí que llegó el amor!, o que le volvió a llegar. Y desde entonces el frío gesto de desprecio a la vida se ha convertido en suave sonrisa cómplice de ella. Ese cambio lo ha notado su muleta que se ha sentido tratada con la delicadeza de una prenda íntima de mujer. Castella está ahora en el plan de “faire la court” a los toros que antes despachaba con el impersonal afán de anotar muescas en su revólver “garycooperiano” de solo ante el peligro. La seda y la delicadeza francesas han vuelto a sus muñecas. Nos congratulamos y se lo agradecemos.
7.- Alejandro TALAVANTE
Este año tardó en entrar en la rueda de la fortuna. Pensábamos que éste torero-cantaor, que el pasado año encontró su propia melodía para adaptarla a su forma de entender el toreo, iba a venir ya “cantado” con la música de la ligazón y la templanza que encontró en el final de la temporada pasada. Pero se desajustó. Nunca se sabe si los amores son para bien o para mal en esta profesión. Hay amores que ensalzan virtudes, y otros celosos y posesivos que descabalgan al torero y le obligan a encontrar nuevos sitios frente al toro y frente a la vida. Alejandro fué uno de ellos.
Ya no usa aquella izquierda de oro que le hizo famoso. Con ella, convertida en látigo, dominaba a sus enemigos hasta hacerles esclavos sometidos o les imbuía un Síndrome de Estocolmo con el que terminaban siguiéndole ciegos.
Después de dudar más que Hamlet en toda la primera parte de la temporada dejándose ir tardes y toros de buenos presagios, casi ya al final de la misma decide operarse de unos ligamentos que sentía que le impedían la total expresión de sí mismo, (¿dónde los tendría?) y sale del quirófano hecho un hombre de cuerpo nuevo.
No es solo su cara afilada y empatillada a lo filibustero, sino que parece haberle cambiado un cuerpo renacido para el quiebro pinturero y un compás, nueva melodía interna, que le empuja quiera o no al toreo virtuoso. Tenemos torero de garbo sevillano venido de Badajoz. Si no es irreverente diremos que: el arabesco barroco, melancólico y dulzón del Marqués de Porrinas, se hizo carne y habitó para nosotros.
Y nuestra opinión es que se va a quedar el tiempo que quiera como figura del toreo. Calidad, valor y estilo, tiene para ello.
8.- Diego URDIALES.-
Al final estaba cantado que tenía que llegar la hora de su triunfo después de tanto tiempo, y ante situaciones tan repetidamente difíciles de mostrar lo que es la verdad del toreo: El Valor, el Poder y el Conocimiento que no necesitan adjetivaciones.
Por los ruedos más exigentes, ante los públicos más puntillosos, frente a las divisas que a las figuras de relumbrón convierten en Aquiles, Diego Urdiales, este riojano de Arnedo ya rey de su patria desde joven, ha pasado una y cien veces pruebas de idoneidad del toreo más puro, clásico y emocionante que hayamos visto estos últimos años. Venido más acá de su tierra nos trajo a la memoria unos aires toreros del Vázquez zamorano de los 70, y aquella verdad de cita con el pecho, muleta adelantada, temple cargando la suerte, remate a la cadera y vuelta a empezar.
Su clase, no le ha servido para subir de categoría a la hora de tener más contratos o de torear con las figuras teniendo que ir al refugio acongojante de las “corridas toristas”. La cátedra madrileña este año le ha reconocido su valía. ¿le servirá para algo más que para su orgullo torero? Probablemente no; en este mundo de los toros – como en el mundo real – la mentira y la frivolidad son tan frecuentes como moneda de cambio, que la verdad despierta sospechas, alergias y hasta rechazos.
9.- Miguel ABELLÁN
¡A la vejez viruelas! ¿quién podía predecir la Resurrección de este Ave Fénix? “Ave” de enormes cualidades para el toreo y que parecía destinado a la desaparición sin haber completado su desarrollo retorna con todo el desparpajo de sus inicios.
La blancura de su hábito apunta a una inocencia engañosa, porque lleva debajo un valor desafiante que inunda la plaza de esa emoción angustiosa típicamente taurina, tantas veces añorada como perdida.
Esta vez volvió más sereno, más mandón, sin aquellas tan frecuentes “faenas interruptus” que abortaron triunfos sonados y a las que nos había acostumbrado. ¿Donde guardaba tanta torería total? Madrid le puso en el cielo y desde ahí caminó en ovaciones a todas las ferias importantes.
Torero con más coraje que físico para soportarlo, sus ligamentos le hicieron quebrar cuando fueron sometidos a una sobrecarga. En mala hora se olvidó de su fragilidad y acudió a un desafío que no necesitaba, y ante un público, Madrid, que incluso fuera de las Ventas no suele ser benevolente.
Pero en esta profesión hay que aceptar que, a veces, la cabeza no manda sobre el corazón. Aunque solo sea por eso, seguiremos apostando por él.
10.- Juan Serrano FINITO DE CORDOBA
Llegó de telonero, para no enturbiar el éxito de los demás, para ayudar con la mayor rapidez posible a que la gente remolona ocupara sus asientos sin que se “perdiera de vista” lo “importante” del espectáculo, y también para ayudar a empujar hacia afuera a aquellos espíritus hipersensibles intolerantes con la verdad humana.
Pero a su vuelta se trajo lo que siempre tuvo, una muñeca de seda y unos brazos nacidos para valsear; aquellos que una vez hicieron a Joaquín Vidal gritar Eureka porque se pensó vivir otro descubrimiento, y al pueblo cordobés peregrinar detrás de otro nuevo ídolo.
Vino y se quedó, no ya como telonero de otros sino para dar lecciones magistrales de un toreo suave y de desmayo, de trazo largo, circular y con cadencia; es decir, que el buen toreo es universal, que se puede nacer en Sabadell y tener en sus manos la delicadeza de la orfebrería cordobesa y la sombra señorial de los califas cuando hay que torear. Sus éxitos serán escasos, porque las agallas a la hora de matar se le fueron en lucimientos de su talle de junco por platós televisivos, pero aún nos dejó esas delicadeza toreras que en ocasiones es lo mejor de una tarde de toros.
Dibujo 148.- Triunfadores III
III.- Se les esperaba que dieran algo más de sí, pero no aportaron nada nuevo en esta temporada:
11.- José Mari MANZANARES.-
¡Y se quedó Josemari! Con su buen hacer de persona, con su arte de “trapos al viento”, con su vacío de alma que no calienta ni llena una bella estética de forma; en fin, con su primavera de toros agostada precozmente, varada en un río que no llegó a mar.
No sé si se esperaba algo más de él. El deseo es siempre algo voraz e insatisfecho, pero no aportó nada nuevo ni a su técnica – siempre con esa tendencia a dar salida hacia afuera –, ni a su arte – tan propicio a la hermosa y perfecta circunferencia sobre el alto eje de su anatomía – , y a la larga perdió en sus desafíos y confrontaciones .
Empezó fuerte su primavera fallera y levantina pero luego no trasmitió emoción, afición ni ambición. Sin una buena salsa, un pescado frío ….. solo para japoneses.
Hoy, 28 de octubre, tengo que añadir la noticia de la muerte de tu padre. No creo que lleguemos a acercarnos a tu dolor de buen hijo, pero has de saber que le lloraré y que le llorará la torería entera porque nadie como él, y nadie primero que él, entendió el toreo como el temple hecho geometría.
12.- Iván FANDIÑO .-
Ya sabemos que es valiente, pero para ser figura se necesita algo más. Iván Fandiño se siente de Bilbao y por eso añade a su valentía una cierta dosis de arrogancia que le hace parecer distante y soberbio. Posiblemente no lo es, pero ese rasgo de carácter no le ayuda mucho a la hora de calar en el público. Y eso no es bueno, le cuesta enterarse de que el toreo es un juego de “a tres”: toro, torero y público. Él, por su cuenta elimina el tercero – el público -, y plantea su tauromaquia como una confrontación entre su valentía, que es mucha y de verdad, contra un animal al que somete a su inferioridad comparativa.
Una vez que termina esa confrontación que remata con una espada que entra por derecho buscando el hoyo de las agujas, ¿qué queda en nuestra memoria de su paso por el ruedo? Muy poco.
Iván Fandiño deberá de saber, como torero que es, que a la larga no se recuerdan sumas de Puertas Grandes ni de quincallería cortada, sino imágenes de un toreo artístico y cabal. Este año esperábamos ver que a la valentía se le hubiera añadido algo de arte taurino pero no lo vimos. ¡Hay que aplicarse más!
Y, por favor, si otra vez se te ocurre hacer encerronas solitarias, elige otra plaza algo más exigente y menos propicia a desorejar toros que la de este año.
13.- Daniel LUQUE.-
Este chico es un buen torero pero no acaba de creérselo porque no se permite ser él mismo. Va de plaza en plaza, de éxito en éxito, de gesta en gesta, sin gustarse ni reconocerse un estilo propio. Y el caso es que cree hacer todo el esfuerzo posible por no
Dibujo 149.- Se quedaron a medias
imitar a nadie. Inventa suertes como “la luquecina” que es algo parecido a lo que hacían antes los Policías que regulaban el Tráfico, ahora pasan los de la derecha, ahora los de la izquierda, etc,. hasta que vinieron los semáforos que todo lo confundieron y tuvimos que tragarnos la serie de Epi y Blas para volver a orientarnos.
No suficiente con eso, D. Luque va y piensa: ¿qué dicen que yo imito a mis rivales? Pues ¡hala! Ahora toreo yo solo, y vuelta al vicio solitario de antaño.
¡Jó Daniel! Relájate y déjate llevar por esos brazos que dan tan buenos vuelos a los avíos, entra más en el terreno del toro, carga la suerte … ¡y ya está! Verás que bien te sale.
14.- Antonio FERRERA
Sorprendente. En los dos últimos años pasó de buen torero a figura grande y Maestro compartiendo primera fila con los otros dos toreros pacenses, versión presente, compartida y triunfal de aquellos otros conquistadores extremeños del Nuevo Mundo.
No sé si a tu humildad, virtud difícil de mantener, le dio vértigo el éxito; pero te vimos en la duda hamletiana de entregarte al toreo aparentemente fácil y preciosista, que puedes hacerlo, o de seguir probando el poder y el valor a divisas crueles.
Sin resolver la duda y acodado en ella, dejaste escapar una temporada que podía haberte consagrado. ¡lástima!
IV.- En clara situación de descenso
15.- Enrique PONCE.-
Él sabe que va de despedida, pero como se sabe Maestro quisiera despedirse a lo grande, intentando encontrar esa faena sublime que culmine un final extraordinario.
Mientras tanto, camina repitiendo ese toreo light de media altura a toros flojos en cuyo terreno es indiscutiblemente el amo.
Es posible que nadie como él haya sostenido tantos toros sin venirse vergonzosamente abajo, como es posible que nadie como él haya sacado tantos pases a toros por los que nadie apostaba, y también es posible que nadie como él haya tenido la técnica que le capacita para dominar cualquier tipo de casta o de divisa.
Todos esos calificativos son suficiente para reconocerse categorías como las de Figura, Maestro y Torero de Época.
Ahora parece querer encontrar todavía el impacto emocional de la perfección higiénica de sus suertes, en una especie de toreo inspirado y realizado con el pincel de Ingres. Y la mayoría de las tardes, a pesar de ser un hombre muy estimado, cae en el aburrimiento. …. y yo creo que su trayectoria no se merece esto …
16.- Manuel Jesús EL CID.-
Nada pasa en balde. Han sido demasiadas veces las que un pequeño detalle final te quitó triunfos sonados, han sido demasiadas las veces en las que el buen sabor de las cosas te llegó tarde y tras muchos esfuerzos, demasiadas expectativas frustradas tanto en ti como n los que te esperaban.
La memoria no solo acumula datos, con la edad se vuelve iterativa; y tus circuitos están sobrecargados de desilusiones que te empujan quieras o no a la repetición.
Tenemos tan buen recuerdo de esa mano izquierda tuya poderosa, tantas y tantas veces probada y aprobada frente a cunas de Albaserrada que no quisiéramos cambiar.
17.- Juan José PADILLA.-
Llegó de valiente y una fortuna al revés le transformó en héroe. Como tal recibió el culto de paseos triunfales y lugar de privilegio en las festividades públicas. Te ganaste una admiración sin límites y un respeto eterno. Pero en este mundo todo es cambio y sucesión. Tu culto va para olvidarse y tu valor ya viene mezclado de temblores e indecisiones.
Retrasar la hora de reposo del guerrero puede que no beneficie tu recuerdo.
18.- Javier CASTAÑO
No sé si con estas mismas palabras, pero creo haber leído a Cela en su Oficio de Tinieblas 5, que “el altruismo es, a veces, una forma enmascarada de masoquismo”. Y me suena esta frase a la hora de calificar a mi paisano – de cuya Renegación de nacencia ignoro – , para encontrar una explicación a su trayectoria.
Venía de valiente probado ante plazas y castas duras, pero le debió de dar “un aire salmantino” que le tornó en maestro de enseñanzas y así se pasó la temporada, mostrando a su cuadrilla. A ésta la vimos, y la vimos bien. A él, no.
V.- Quedaron a las puertas
Y no me atrevo a calificar por la escasez de sus actuaciones que no por la calidad de las mismas:
Manuel Escribano y
Juan del Álamo
VI.- Quiero dejar subrayados unos nombres sobre los que no tengo suficientes notas para una evaluación pero sí para una adjetivación.
a).- Súper-valientes:
Rafaelillo, Alberto Aguilar, Luis Bolívar, Serafín Marín, doblemente valiente, como torero y persona, Paulita, Robleño, Rubén Pinar…
b).- Como artistas:
Paco Ureña
y el renacido preciosismo sevillista de Pepe Moral.
VII.- En la mala suerte, un toreo que iba para figura de Toledo a Madrid: DAVID MORA: Dura cornada y trabajosa recuperación. Solo deseamos volverle a ver
VIII.- Y triunfó como siempre, exacto y breve como un reloj suizo:
El mayoral FLORITO
Dibujo 150.- En clara situación de descenso
FINAL, DESPEDIDA Y AGRADECIMIENTOS.
Para bien o para mal he llegado hasta el final de la temporada taurina del año 2014. Pienso ahora que se cumplen 100 años del momento en el que el hombre declaró Mundial su gusto belicista ¡ y todavía sobrevivimos a nosotros mismos! ¡Un hurra por la fortaleza de la especie humana! ¡Ojalá se contagie esta vitalidad a las Corridas de Toros!
Tengo que confesar que en estos momentos no recuerdo – o he reprimido – las motivaciones que me llevaron a imponerme este desafío de acompañar en una crónica caricaturizada la temporada taurina de este año.
He de suponer que es notorio el esfuerzo que me ha costado llegar al final y que, para este viaje, he necesitado de algo más que mi vigor o mi cabezonería. Este plus de ayuda encontrada, sin el que me hubiera sentido incapaz de seguir más allá de los primeros escritos, ha sido el saber de personas que han leído estas cónicas y sobre todo algunas que – conocidas o no – han tenido a bien añadirme sus comentarios. A ellas corresponde compartir conmigo la autoría de este trabajo. Un trabajo que no tenía otra misión que intentar ofrecer un punto de vista de la Fiesta de los Toros desdramatizado y ameno. Un trabajo que intentaba ser un granito más de arena de apoyo a ella.
Hoy, cuando siento que he finalizado, y, que me rindo al esfuerzo, me doy cuenta de esta Fiesta, nuestra Fiesta, necesita de personas que sean mejores periodistas y aficionados más sabios que yo. Así que para bien de la Fiesta, prometo no intentarlo otra vez. Espero no haberla causado un daño irreparable.
Muchas gracias a todos.
A quienes les gustó mi estilo les dejo los dos tomos de La Tauroloquia. Si se lo toman con paciencia y de forma parcial e intermitente, tal vez puedan disfrutar de algunas páginas.
Valentín Rodríguez Melón
vrodriguezmelon@yahoo.es
GENU-RFLEXIONES
Bajo este apartado voy a reunir una serie de escritos que aunque tienen como base Los Toros no me atrevería a denominarlos como escritos taurinos.
Son tan libres como mi imaginación, tan frágiles como mis opiniones y tan poco realistas como los pájaros desatado de mi fantasía.
Es por ello que les llamo Genu-Reflexiones, porque me pongo previamente de rodillas para solicitar perdón ante el cúmulo de insensateces que puedo emitir como cualquier persona humana sin más freno que su propia crítica..
No defienden más verdad que la de hallar otro pensamiento, ajeno al mío con el que coincidir. En este caso, solo podremos decir que ambos, Ud., y yo teneos una porción de “sentido común”.
DE Y PARA CURRO ROMERO
Soy del período en el que se forjó nuestra Tauromaquia entre las añoranzas del pasado perdido, el rechazo a la burla grotesca de un maltratador de éticas y estéticas y la admiración sin límites a los que nos destilaban gotas de purismo, ya fuera por el valor (Diego Puerta), por el dominio (El Viti), por el toreo total (Paco Camino) o por los suspiros del arte de Curro Romero. En la parcialidad de nuestra capacidad de fascinación tuvimos que elegir a uno de ellos para convertirlo en mito y yo elegí, como tantos otros, los aromas insondables del Faraón de Camas.
Le seguimos como pudimos de plaza en plaza, tanto en la ventura como en la desventura; por él unas veces nos embriagamos con las pocas o las muchas dosis que su néctar artístico se dejaba caer, otras – las más – solo llegamos a hacer turismo interior. Con todo, en resumen, y a toro pasado, tengo que reconocer que el saldo fue positivo; no solo disfrutamos de lo que tuvo a bien mostrarnos, sino que por él pudimos seguir manteniendo la creencia de que torear era un Arte (con mayúsculas) y nuestra sensibilidad se fue preparando y adiestrando a la discriminación y al buen gusto. Esto, solo esto, es una deuda impagable que tendremos para siempre con Curro.
Sirva esta entrada, nunca justificación, a hacer pública la osadía de escribir y enseñar un romance mal-imitando el estilo de García Lorca, y concebido como respuesta a la crítica de un amigo-aficionado-pero de otra “religión”, criticando los tics del “maestro” en la lida de un toro.
Aunque no puedo precisar la fecha (el original lo he descubierto casualmente con ocasión de un cambio de librería) tuvo que ser una tarde – una de sus malas tardes – en Madrid después de la tragedia de Colmenar; aquella de la muerte del Yiyo en la funesta corrida en la que el joven diestro madrileño toreó en su sustitución del primitivo cartel, por la referencia que hago de él.
Francisco Romero López,
andaluz, gitano serio,
con cante “jondo” en las venas
es, de Sevilla, torero.
Vienes de verde aceituna,
que es color que viste el miedo
y de alamares dorados
pa’ que te tengan respeto.
Al pasar tu casa-puerta
cruzaron tres gatos negros
para presagiarte ¡Ay Curro!
los peligros en secreto.
Los ojos del primer gato
eran la Envidia, ¡el Infierno!,
y los dientes del segundo
la crítica y el desprecio.
El tercer gato debía
representar a los necios
que esperan de tus capotes
girones bruscos al viento.
A tus sueños llegó el Yiyo
para recordar tu puesto,
y de gitano cabal
te salió pelo en el pecho.
Ciego y sordo a tu mal fario
subiste Despeñaperros.
¡No debiste hacerlo Curro!
¡No debiste! ¡por tus muertos!
Perseguido como estabas
por tus objetos internos
a ofrecerte como víctima,
a oficiar tu sacrilegio.
Dos nubes de culpa negra
te alucinaron a besos.
¡Tú mirabas catafalcos
donde otros veían ruedo!
Por el portón de los sustos
en vez de toros pastueños
el personal vomitaba
guadañas con muerte dentro
y civiles que apuntaban
certeros contra tus miembros.
El aire de tus fantasmas
se convirtió en compañero
y tuviste que esquivarle,
golpe a golpe,
quiebro a quiebro.
El arte, que por regalo
de dioses tiene tu cuerpo,
al no poder discurrir
por el canon del toreo,
se escapaba a borbotones
en mágicos movimientos
dando rizos al Espacio,
dando compases al Tiempo.
(un coro casi blasfemo
entendió como aspavientos,
o tics, estas pinceladas
que eran mensajes del cielo).
Ya la muerte se cansó
de buscar tu talle enhiesto.
La tarde puso a tus pies
en vez de nardo y romero,
un sudario de almohadillas
… y algo de papel higiénico.
– Jaculatoria. –
Curro Romero, de Camas,
Faraón,
de mis sentidos,
y goce
que alivia el alma.
De mis delirios
la razón
que no conoce la calma.
SOBRE EL NOMBRE DE ESTA FIESTA DE LOS TOROS
Hay que tener mucho cuidado con las palabras que se emiten. Ya los egipcios, tan maestros en el arte de saber cómo en el de imaginar, pensaban que los nombres de las cosas contenían el espíritu de éstas y como consecuencia, no se podía nominar a los seres humanos a los que se quería respetar – entiéndase Faraones – , limitando el habla a la descripción de aquellas entidades vivientes que consideraban sin espíritu. (En realidad este asunto no se ha cambiado tanto, cualquier Jefe ligeramente mandón protege la intimidad de su nombre precediéndolo del parapeto del Don, o exigiendo ser denominado por la categoría jerárquica que ostenta, mientras que a los pobres parias subordinados se les “nombrea” con ligereza inmisericorde porque en realidad se les ha desposeído de identidad individual importante hasta “anonimizarlos”).
Pero bueno, volvamos a la antigüedad que acepta sin rechistar todas estas felonías epistemológicas. Bien, pues decíamos que “entonces”, – allá lejos para no molestar – , debió de existir un período en el que la palabra no era un símbolo, sino un equivalente simbólico idéntico y portador de las mismas propiedades que lo simbolizado. Hablar en este caso, sería vivido como una mezcolanza dinámica de los objetos designados imposible de manejar ¿Se imaginan Uds., pronunciando, por ej., la palabra mesa y que inmediatamente pasen a tener un buen rectángulo de madera o de mármol sobre la cabeza? Realmente la vida se haría harto difícil. Así que había que inventar algo más llevadero y por eso surgió la Escritura que era una forma de dibujo (invento-necesidad anterior a ella) de aquello sobre lo que nos interesaba saber y entender sin que entrañara dolor ni sangre (intento vano, porque el refrán “la letra con sangre entra” y el “pensar es doloroso” siguen teniendo verdad y vigencia), y cuya eficacia como símbolo comunicador sobre la fauna del entorno, había sido probada con eficiencia. Nació así la Palabra Escrita o Jeroglífico que destacaba las propiedades esenciales de la cosa designada, ya fueran espirituales o funcionales, y además podía ser contemplada por varios miembros de la comunidad a la vez y desde distintas posiciones hasta ponerse de acuerdo. ¡Bien!, con la palabra escrita en su forma más primitiva había nacido también el Sentido Común ¡Listos eran estos egipcios!
¿Y a qué viene todo esto se preguntarán Uds.? No se inquieten, yo también me lo pregunto. Pero creo que andábamos con la sutileza de las palabras y lo difícil que resulta hacer un manejo inocente y veraz de las mismas. Debe de ser por eso que los Gobiernos, siempre listos y que ven las cosas mucho antes que los súbditos, recomiendan vivamente a éstos el lenguaje de los mudos como el “políticamente correcto”, y nos empujan a pertenecer a esa “mayoría silenciosa” a la que ellos prometen llevar por buen camino. ¿ven como todo encaja?
Bueno, pues en esta Paranoia Nacional de las “cien lenguas y de las mil hablas” también le ha tocado a la Fiesta de los Toros caer enredada en su denominación exacta para no levantar sarpullidos de conciencia ni de identidades.
¿Recuerdan que se llamó “Fiesta Nacional”? Bueno, pues ya no. Eso está mal dicho. Como la palabra Nación es un concepto “discutido y discutible” según nos explicó el filólogo Zapatero, – prodigioso portador que fué de tantas maldades como días que estuvo manejando este cotarro-, la palabra Nación no la pueden asumir todos los habitantes que tienen la nacionalidad española ¿paradójico verdad? Resulta que éste término de Nacional no era el idóneo para presentar sus esencias, entendiendo como tales cierto amor a un territorio y una aceptación de identificación con los afanes básicos del colectivo conocido como español.
No fue suficiente explicar que sobre la necesidad de nutrición del pueblo ibérico, basada en la caza y muerte de este animal tan necesario al sustento, la parte de nuestro pensamiento mágico lo mitificó para apropiarse de sus cualidades de fuerza y bravura con el que desafiar las dos grandes amenazas del hombre: primero la Muerte y luego las dificultades de la Vida. El toro representaba ambas cosas, dominarle y apoderarse de él era fantasear con una potencia de la que carecíamos, pero que nuestra imaginación nos revestíamos de ella para hacernos más arrojados y conquistar progresos a la existencia. Y a esto se le suele llamar en cualquier sitio Cultura, la capacidad para sublimar la necesidad de satisfacer unos instintos en una actividad que otorgara ganancia y prestigio social. Por eso el toreo llegó a ser una religión y los toreros ocuparon ese lugar sacerdotal entre la impotencia real del hombre y su sueño imposible de ser dioses. Bueno pues no. Para cierta gente que se la coge con papel de fumar, este paso era superfluo, no teníamos necesidad de pasar de la antropofagia a la zoofagia y sublimar ésta. Podíamos haber sufrido una mutación y pasar de caníbales a vegetarianos ¡serán bobos!.
Y tampoco pareció suficiente que recordáramos la historia de éste país, de su tendencia repetida y casi innata al magnicidio – fórmula política del deseado parricidio familiar – , así como de la obligada competitividad fratricida española digna heredera del más puro espíritu cainita. Y se dijo una y mil veces que el Toro, podía contener de forma simbólica y casi litúrgica esa figura paterna a quien se le quiere matar y resucitar permanentemente, y que la Rivalidad entre Toreros servía también para camuflar, enmascarar y consentir, dentro de unas normas, ese fratricidio latente. Tampoco sirvió. La gente olvidó su historia porque en el fondo todos querían ser vencedores, así que empezaron por reivindicar al toro (en el reparto de papeles el perdedor) contra el torero (que le habíamos colocado el rol de vencedor). O sea, un “sindiós” (nunca mejor dicho) y un país funcionando al revés.
Para colmo de contra-argumentos resulta que muchos no querían sentirse españoles, unos preferían ser más trascendentes y querían ser europeos, otros preferían ser reconocidos como catetos provincianos, reivindicadores territoriales o arrogantes autonómicos; y un tercer grupo lo tenía más claro y simple: no querían ser españoles. Y ¡claro! A cualquier signo externo de esa identidad, le aplicaron el calificativo despectivo de folklórico y primitivo para llenarnos de vergüenza a los que pretendíamos seguir con lo conocido. ¡España y sus Manías repetían acusadoramente! ¡A la hoguera o al Psicoanalista con ellas!, y los lacanianos, siempre a favor de corriente y del abrazo sonoro de la progresía, trajeron la psicolingüística y dijeron: ¡Cambiémosle el nombre!, ¡Llamémosle Fiesta Brava!. ¡Seremos toristas al estilo francés!. Se cumplió el sueño de la Ilustración: ¡abajo los Pirineos! Y pareció que el personal respiró más tranquilo.
Pero aquello duró poco, porque el apelativo de Bravo intentaba aludir a la característica más común del animal cuya especie es indispensable para este acontecimiento. Y así que empezaron a verse y evaluar estas manifestaciones de la Fiesta Brava en las corridas de toros, se dieron cuenta que la calidad Bravura no era la más común del animal actual. Podían encontrar más adecuadas para su categorización cualidades como la Blandura, la Mansedumbre, la Flojedad, la Nobleza, etc., esas sí, esas eran comunes y casi universales en la “cuadra española”, pero la de bravura no, esa se había ido con tanta mezcolanza incestuosa o promiscua de ganaderos y tanta química de veterinarios.
Así que estamos como al principio, ¡otra vez a inventar la palabra! Parece sonar mucho y tomar cuerpo el térmico de Tauromaquia. Suena bien, hace a griego clásico, a Biblioteca, parece erudito y aséptico; además no daña identidades nacionalistas. Pero no estoy muy seguro de que esto cale, porque el sufijo “maquia” hace referencia a un combate, a una pelea, a una relativa igualdad de triunfo entre ambas partes y en esto de los toros esto no es así ni de lejos. A primera vista ya se ve que la parte que anda a dos patas (hombre) conoce mucho mejor a la parte que va a cuatro (animal) que viceversa; que las reglas están hechas para que siempre pierda una de ellas y que las armas defensivas y ofensivas que utilizan ambos contendientes son abismalmente desiguales. Además hay una diferencia insalvable: el animal, solo y todo, es Verdad; enseña todo lo que es, y lo que no es; el hombre por el contrario maneja exitosamente el arma invencible del Engaño y la Mentira hasta hacerlos indistinguible de la verdad, así que no hay color. No es un combate simétrico. Es más, no hay combate. Solo existe la dramatización de una victoria anunciada.
Me temo que tendrá que reunirse alguna “Comisión Europea para las Verdades Lingüísticas” que desechará el término y volveremos a la pregunta inicial. ¿Cómo llamaremos a este asunto de los Toros?
Algo ha cambiado profundamente, la emoción y la incertidumbre que tenía este acontecimiento se han ido, y se alejarán todavía más de lo que ocurre en ese escenario que conocemos como el Ruedo de una Plaza de Toros. Ya sabremos lo que vamos a ver y lo que no vamos a ver, va incluido en el precio según los actuantes. (por ejemplo: por tantos €s tendremos derecho a verónicas y a naturales, por otros más a chicuelinas, circulares y salto de la rana, etc. etc..). Y por aquello del rechazo a la sangre porque nos hace reconocernos como despiadados depredadores de lo otro, se van a ir dulcificando las formas hasta hacerlas tolerables para el espíritu más sensible y refinado de un finlandés (o finés) pongamos por ejemplo. Y llegarán a ser aptas para todos los públicos. El Acontecimiento Taurino que empezó llamándose Fiesta se habrá convertido en todo un Espectáculo de Ocio.
Empecemos pues a unir cosas: la tendencia a la globalización, al inglés, a la zoofilia por fidelidad ciega del acompañante-mascota, el odio al hombre adulto que siente, goza y piensa, la protección de la infancia entendida como dar satisfacciones al niño, y la tendencia a crear zonas de placer y gozo que no se contaminen de la dura o amorfa realidad de la vida, y llegaremos a crear circuitos donde se hagan representaciones trágico-cómicas de forma amena y agradable de este encuentro del hombre con el toro. ¿Qué les parece el nombre de Circuito Táurico? ¿Y el de Tauro-Park? ¿A que es tentador?
Pues por ahí vamos.
A propósito del Espectáculo Musical y Taurino de “THE MAESTROS”
¡Qué le voy a hacer! Tanto por edad como por formación, no sé si clásica, limitada o rancia, tengo mucha dificultad para aceptar la mezcla de cosas y reconozco tanto mis prejuicios como mis malas tolerancias.
Me reconozco aficionado y casi adicto a las Corridas de Toros y a la Historia de la Tauromaquia, con una larga trayectoria de “voyeur” impactado por todo lo que rodea ese acontecimiento. Soy depositario de muchas y variadas experiencias emocionales surgidas y desarrolladas como espectador sin tener ninguna aproximación que me comprometa más allá de mi subjetivismo. Pero tengo como tal, un bagaje amplio de emociones y sentimientos ligados a lo taurino que arrancan de los espejismos fascinadores de mi niñez, se siguen en los sueños identitarios de adolescente, se fijan en un marco de protesta insatisfecha de mis años jóvenes, para pasar a una posición placentera de mi edad adulta y de ahí al vértigo depresivo de la añoranza y la nostalgia de un presente “demasiado” maduro. Con todo eso, tengo que decir que de las Corridas de Toros a estas alturas me gusta todo, tanto los fracasos como los éxitos, tanto la alegría de luz y color que las rodean, como de la incomodidad gris de los asientos, y soporto aceptablemente los recuerdos de seguimiento ciego a los mitos como las frustraciones y los bochornos que he sufrido cabizbajo cuando he tenido que aceptar el abuso de las reventas, etc.., Así que dentro de esta Liturgia taurina tengo que reconocer que me gusta la música – o el silencio – en los toros como una parte más de esta Nuestra (o mí) Fiesta.
Con todo esto de preámbulo, he de decir, que al saber del espectáculo músico-taurino “The maestros” montado en la Plaza de Vista Alegre de Madrid, algo me “chirriado” interiormente. De todos modos quiero aclarar algo previo. He lamentado no haberlo visto y disfrutado al menos en su dimensión taurina; y siento no haber tenido la oportunidad de haber gozado una vez más de la muñeca de seda de Finito, del brazo poderoso de El Juli o de la cintura cimbreada y gitana de Morante.
Pero no estamos en esa dimensión sino en la presentación mezclada y no surgida espontáneamente de Música y Corrida de Toros.
Repito, me gusta la Música aunque estoy lejos de sentirme un aficionado de ella. Siento la música, reconozco que me viene o la busca el cuerpo más allá de mi sistema sensorial, y que tiene también el cuerpo como destinatario ya sea para descargar una emoción o para subrayar y retener un afecto despertado por un estímulo habitualmente – no siempre – externo.
Desde esta perspectiva, que por supuesto acepto en su marco de dimensión personal y limitada, entiendo la música en los toros como un sobreañadido a veces casi necesario para acompañar determinados momentos del acontecimiento que circula entre esos tres elementos: toro-torero-público. En un espacio mental o emocional concreto y común a las sensibilidades de esos componentes (tengo que imaginarme también este componente en el animal/es, sensibles por supuesto a sonidos melódicos). Los entiendo así, tan unidos, que por eso no me ha gustado el artificioso apegamiento que se ha intentado llevar de la Música por un lado y el Toreo por otro en ese encuentro de Vista Alegre.
Veo bien que se quiera hacer una fiesta de Cultura Española, y gracias a Dios (es un decir) este país goza de diversidad de formas para expresar sublimaciones, no necesita amontonarlas a modo de “collage”.
Una cosa es la música que lleva e inspira el toreo. Nadie lo advirtió mejor que Bergamín. Pero, tal como yo lo veo, el toreo lleva en sí, desde Paquiro, un compás que necesita melodía para hacerlo “gustosamente digerible” . (Ver Francisco Montes Paquiro – Tauroloquia, Tomo I) El toreo, no nos engañemos, es fundamentalmente emoción. Vamos (¿íbamos?) a la plaza a buscar emociones, que eran imprevistas, y que han ido modificándose a medida que el hombre ha ido demostrando superioridad sobre el animal; primero fue la emoción del miedo y del riesgo, (probablemente aún se conserva con José Tomás) , luego vino la satisfacción del dominio (de Joselito a Ortega, pasado por Dominguín hasta llegar a el Juli), que ahora parece estancarse en la emoción de lo perfecto (de Manolete, Camino, El Viti a Ponce) o más eventualmente en el impacto estético (de los Vázquez para llegar a los Curro hasta Morante pasando por Paula), con alguna concesión a estrafalario (como el Cordobés), y no puedo evitar traer aquí traer como expresión emocional el gesto de “la sonrisa saludadora” con la que Bienvenida recibía tanto el dolor como el aplauso.
Por esa capacidad exclusiva que tiene el Toreo de la identificación que hace el público con el torero (porque no deja de ser una metáfora de un “encuentro del hombre a resolver” con la Vida o con la Muerte), la emoción corre el riesgo de desbordarse, de expresarse con sistemas y formas más allá de la palabra con el riesgo que eso significa para el cuerpo (contener y/o liberar la carga emocional).
(Abro un paréntesis: Los gitanos, cuando se emocionan tienden a romperse la camisa o se ven amenazados de esa tesitura. Pocas veces se encuentra una metáfora mejor, para contar en imágenes, el nivel de ruptura de nuestros propios límites cuando estamos abocados a una emoción o sentimiento intenso).
En esa alternancia que tiene un quehacer taurino que va desde la excitación paroxística a la relajación más inane, surge el ¡Ooooleeeeée! o el ¡Bieeeeen! como la expresión verbal que contiene, acompaña, acompasa, modula, suaviza y da distancia y forma sensorial a esa sinfonía de emociones tan primitivas.. Y cuando la repercusión afectiva va más allá de la aprobación y de los límites que tiene esta palabra, es cuando surge en ese momento y para esa experiencia emocional la música de la Banda en sintonía con el sentir general del público, para crear un marco más amplio, más capaz, más continente por la capacidad de la armonía de la sucesión de compases, con el objetivo de unir emoción con melodía, y al servicio de retener en alguna memoria ese momento afectivo.. Ahí, sólo ahí, en ese tiempo y espacio concreto, único y fugitivo es donde yo siento la necesidad y explicación de la música en el toreo. Sacarlo de ese contexto – perdonen los listillos – es una aberración. La música no va ni antes ni después, sino solo en su momento y para “expresar y calmar” violencias expresivas, que es para lo que el hombre creó la música, antes del goce con ella (Es posible que el “pasodoble” – o alguno de ellos – sea la forma musical más adecuada a este ritmo y compás que tiene el toreo)
Tal como está concebido este espectáculo, no me parece a mí que haya sintonía espontánea entre el toreo y las piezas musicales preparadas, por mucho que los interesados hayan elegidos “piezas” tan adecuadas como “Gallito”, “Suspiros de España” o “Dávila Miura”. No es necesaria ninguna orquesta sinfónica especial para hacer esta función. Lo que sí es imprescindible es que la Banda o su director, tenga la sensibilidad torera para conectar con lo que ocurre en el ruedo y en los tendidos. No debe de ser más que un “portavoz o vocero melódico” de la emoción del Grupo. La música debe de sonar mientras se torea, ni antes ni después, si no en el momento. No es un premio a lo que está pasado, es una dulcificación sonora del sentimiento grupal. ¿cómo se va a ir preparado de antemano si no se sabe si ese momento va a ocurrir o no?
(Voy a poner un ejemplo burdo: el gato atrapa el ratón al perseguirle corriendo, eso puede emocionar – no hablo aquí de que la emoción sea agradable o desagradable sino de la sucesión de carrera y caza – ¿emocionará lo mismo si primero mostráramos al gato un ratón muerto y luego le pidiéramos que se echara una carrerita hacia él? ¿grotesco no?. Pues algo así me parece a mí que se está intentando hacer en esta mezcla con “The maestros” .)
Me doy cuenta de que defiendo una posición que está muy lejos de lo habitual ¡qué más da, hay que defender utopías! Reconozco que hoy se utiliza la música para agasajar al torero, y no como modulador gozoso de los vaivenes emocionales del público, que es lo que a mí me parece que fué su comienzo. Pero todo se transforma. Vuelvo a hacer un paralelismo entre el toreo y el cante “jondo”. En flamenco clásico cabal, la guitarra debía de servir para facilitar, durante los silencios que da el cante, la digestión de ese impacto emocional que el “cantaor” ha introducido en nuestra mente cuando “dice” su cante. Ese cante que nace en su corazón, se hace sonido en su garganta, y con sus manos araña nuestra piel y la perfora. Eso también ha desaparecido. Ahora el buen cantaor lleva un buen guitarrista y la realidad es que se juntan alternativamente dos sonidos buscando el adorno más barroco posible. ¡Qué se le va a hacer! La vida llega a lo superficial antes que a la muerte. ¡A qué niveles llega el uso de la “sedación” para no vivir las emociones!. En fin, ganancia para los médicos por la sobrecarga de trastornos psicosomáticos que esto trae consigo.
Y al final, lo que me queda es la pena de no haber presenciado la corrida. Sé que Morante salió a hombros – le vendrá bien a su espectáculo “Morante Tour” –, que la gente gustó de una de tantas sinfonías inacabadas de Finito, y que fué el Juli el que triunfó. Era lo lógico. Esperemos que salga de su refugio “imperial” y se muestre más a los súbditos que le esperamos anhelantes.
León: Septiembre de 2014
Dibujo 151.- A propósito de “The Maestros”: Finito, el Juli y Morante
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